"¿Qué sucede, Frank?" Leyó en los labios de Gerard, mas no contestó.
Frank estaba sumido en sus pensamientos, luchando contra su instinto salvaje.
¿Y si Gerard de verdad estaba muerto?
¿Y si él de verdad lo había matado?
Si era verdad se culparía de por vida, porque él era lo más preciado que tenía.
En sus manos tenía un tenedor que removía el puré de papas, mientras en su regazo se encontraba un plato con comida que no era de su agrado.
Su mirada viajó al filo de su tenedor. No era mucho, pero para algo serviría.
Lo limpió con la sábana de su cama y prosiguió mirándose la piel de sus muñecas.
De pronto ya no era Frank Iero, ahora era Frank el destructor.
Sintió el frío tacto del metal, y pronto gotas de un líquido carmín comenzaron a salir de sus brazos.
El dolor era placentero, se sentía como cuando mutilaba a esas personas en su antiguo hogar. Y le gustó la sensación.
Sus brazos estaban bañados en sangre, y sintió cómo su vista se iba nublando.— Te amo, Gee. Pronto estaré contigo, y nada ni nadie nos podrá separar.
Lo último que escuchó, fue un agudo grito que le hizo doler sus oídos.