Capítulo cinco

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Abrió los ojos, sintiéndose observado, y, en efecto, Gerard lo miraba al pie de la cama.

— Hola, Gee.– Sonrió.

Gerard le devolvió la sonrisa, y Frank se sintió volar tan solo por ese gesto, ya que en ninguna de sus visitas le había sonreído.

¿Cómo no enamorarse de semejante sonrisa?

"¿Cómo estás?" Formuló con sus labios.

— Bien...– Intentó rascarse la nuca, pero el traje de fuerza no lo dejaba.— Un poco cansado.

"Es normal" Leyó. "Te sedaron y dormiste durante dos días"

— ¿Qué?– Abrió los ojos desmesuradamente.

"Si. Me asusté, pensé que no despertarías"

Inmediatamente los labios de Frank se curvaron en una sonrisa, sintiendo como en su pecho se instalaba una reconfortante calidez.

— ¿Estuviste aquí todo este tiempo?

Gerard asintió moviendo la cabeza.

— Vaya... Gracias, Gee.– Sonrió.— ¿Tú cómo estás?

Se encogió de hombros.

— ¿Las demás personas te pueden ver?

Negó con la cabeza, y Frank, en vez de sentirse acomplejado, se sintió especial por ser él el único con el privilegio de poder verlo.

— Te amo.– Dijo repentinamente.— De verdad lo hago. Discúlpame por lo que te hice...

Pero Gerard no dijo nada, solo se esfumó, dejando a Frank con un gusto amargo en su boca.

¿Es que Gerard no lo perdonaría nunca?

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora