Capítulo veintidós

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— ¿Qué sucede, Frank?– Preguntó Jamia.
— Gerard se fue.– Suspiró con resignación.– No volverá.

Jamia hizo ademán de irse, ya cansada con el mismo tema desde hace meses. Es que Frank llevaba repitiendo lo mismo desde hace tres meses -tres meses y ocho días, para ser exactos- y Jamia no veía avances en su paciente.

— Gerard murió, Frank.– Elevó la voz.– ¡No volverá porque tú lo mataste!
— ¡Fue un accidente!– Gritó.— ¡No quise hacerlo!
— Eso no importa, no podrás cambiar el pasado.
— ¡Quiero a Gerard! ¡Que venga Gerard!
— Tranquilo, Frank...
— ¡Traigan a Gerard!

Frank se levantó de su cama, con los ojos empañados por lágrimas. Lo único que había hecho en ese período de tiempo fue llorar.
Jamia se asustó, Frank estaba tirando todo a su alcance y temía ser tomada como objeto de descarga.

— ¡Traigan a Gerard.– Repetía, con la garganta agrietada.

Jamia, tras varias vacilaciones -que si la hubiesen visto estaría despedida-, sacó de su maletín una jeringa con sedantes, para inyectarla en el brazo de Frank.

— Tú lo mataste.– Susurró con los dientes apretados, mientras Frank se iba durmiendo.— Tú lo mataste...

Los ojos de la joven psicóloga emanaban furia mezclada con resentimiento.

¿Por qué Jamia se comportaba de aquella manera? Se preguntó Frank, ya bastante inconsciente como para recordarlo al día siguiente.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora