Capítulo ochenta y ocho

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Lo primero que Frank pensó fue en ir detrás de su madre, mas ya era demasiado tarde. Ya se la habían llevado.
La desesperación comenzó a correr en su pequeño cuerpo, sin saber cómo saldría de ese problema.
Por un segundo se le pasó por la mente llamar a Gerard, mas decidió que no, ya que todavía seguía enojado. Más bien era su orgullo el que pensaba por él.
Se sentó en el sofá donde minutos antes se encontraba Linda en una situación deprimente, y comenzó a morderse las uñas.
Varios vecinos observaban por entre la puerta abierta, pero ninguno se atrevió a entrar. No eran sus problemas, no era su familia la que se estaba desmoronando.

— Frank...

El chico oyó una voz suave que se sabía de memoria, mas no miró al causante.

— Frank.– Repitió Gerard, pensando en que no lo había escuchado.— ¿Qué pasó?

Sintió cómo se acercaba a él, mas era como si lo estuviese viviendo de afuera. Sentía los ruidos como un eco que lo aturdía, hasta que un peso fue agregado a sus hombros.

— Ya estoy aquí, amor.– Le susurraba en el oído mientras acariciaba sus cabellos.— Todo estará bien.

Frank no sabía que estaba llorando hasta que Gerard posó las manos en sus mejillas, secándolas con dulzura.

— Todo estará bien, ¿Me oyes?

Hizo un leve movimiento con la cabeza para comunicarle que sí estaba oyendo, ya que su garganta se había cerrado.

— Ya está, Frank. No llores.

Gerard supo que no era el momento adecuado para preguntar, así que solo se dedicó a abrazarlo y demostrarle cuánto lo amaba.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora