Frank se encontraba extraño, había advertido Linda. Su sonrisa la portaba desde que había amanecido, y eso era un raro suceso.
Aunque quería indagar, Linda se mantuvo al margen del asunto, ya que no era de su incumbencia.
Frank poco más y cantaba de lo feliz que se sentía, no importaba que, el día anterior, su padre lo hubiese golpeado hasta la inconsciencia, no importaba que su madre lo miraba de una extraña manera, no importaba que el mundo estuviese en su contra.
El responsable de sus sonrisas era Gerard. Siempre era Gerard. Gerard y sus mensajes de aliento. Gerard y sus palabras de amor.
Porque, ni bien se había levantado de la cama, ya se encontraba en su celular un mensaje de él, deseándole un buen día y prometiendo amor eterno.¿Es que acaso existía un amor como aquel?
Con tan silo un tique de su piel se sentía volar por las nubes. Con tan solo un beso olvidaba el infierno personal que vivía en su hogar. Con tan solo una sonrisa el mundo se convertía en un lugar mejor.
— Ya me voy, madre.– Le informó, aunque sabía que a Linda no le importaba.
Salió de su casa con su chaqueta favorita en mano, a esta altura del año la temperatura descendía a su antojo.
— Hola, Gee.– Saludó cuando este le abrió la puerta de su casa.
— Hola, Frank...Un beso tuvo lugar en la entrada de la casa de los Way, haciendo que Donna suelte una risita pícara.
— ¡Yo no vi nada!– Rió Donna.
— ¡Mamá!– Acusó Gerard.Los dos chicos se encontraban con las mejillas completamente sonrojadas. No era la primera vez que Donna los encontraba en esa situación, pero el pudor todavía hacía estragos.
— Pasa, Frank...
Antes que nada, Frank ya se encontraba acorralando a Gerard contra la pared, haciendo que se ponga nervioso.
— Hola, amor...– Frank susurró contra sus labios.
En un rápido movimiento, ya sus labios estaban juntos, investigando en la cavidad contraria, como si fuesen dos desconocidos esperando conocerse.
«Amor» A Gerard le encantaba que lo llamase así, lo hacía sentir especial.
— Tengo algo para ti...– Gerard capturó el labio inferior del menor entre sus dientes.
— ¿Qué es?– Jadeó, con el calor subiendo por su pequeño cuerpo.
— No seas ansioso.– Se separó, muy a su pesar.— Luego te diré...
— Está bien...
— Te amo, Frankie.
— Yo también te amo, Gee.
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