Capítulo siete

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— Hace tres días que no me visitas, Gee...

Gerard miraba a la nada, y Frank advirtió que estaba extraño.

— ¿Qué sucede, Gee?

El aludido negó y pestañeó, como dándose cuenta del lugar en donde estaba.

— Dime...

Pero no recibió respuesta.

— Está bien.– Suspiró con resignación.— Yo te tengo que contar algo...

Gerard lo miró, preguntándose si Frank no se daba cuenta de que él siempre estaba a su lado, visible o no.

— Ayer la enfermera me dijo que me asignaron una psicóloga.– Hizo un puchero.— Yo no quiero contarle mi vida a una desconocida...

"Tienes que hacerlo" Leyó en sus labios.

— Pero no quiero... Nadie entenderá nuestro amor.

Frank pensó que Gerard desaparecería, como había hecho cuando hablaba de algo referido a su amor, pero no. Gerard lo miró con melancolía, como recordando los buenos momentos que pasaron juntos.

— Dijeron que vendría mañana.– Se rascó la nuca.— Espero que no sea una de esas viejas amargadas...

Ayer le habían quitado el traje de fuerza a Frank. Era un alivio, ya que no le daba especial ilusión que alguien lo viera hacer sus necesidades, o que le tuvieran que dar de comer en la boca..., o que tuvieran que ayudar a desvestirlo cuando se quería bañar.

— ¿Me estás oyendo, Gerard?

Gerard estaba ausente, y lo asustó, ya que él siempre solía escucharlo con atención.

"Si" Formuló.

— Pues no parece...

"Lo siento, me tengo que ir"

Y desapareció, dejando a un Frank con la boca abierta.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora