Capítulo veintisiete

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Lo primero que sus ojos vieron cuando despertó, fueron los ojos de Jamia, que lo miraba impasible.

— ¿Cómo te sientes, Frank?– Su voz era una mezcla de ternura y melosidad.

Frank estaba desconcertado. Primeramente por el contexto de la situación; parecían una pareja pasando por una mala situación, donde uno de los integrantes estaba internado en un hospital y el otro lo visitaba.
Jamia nunca -hasta ayer- le había gritado, pero tampoco le había hablado de aquella manera, como dos amigos que se conocen de toda la vida.

— ¿Estás bien?
— Si...
— Siento lo de ayer, tuve un mal día.

No contestó, tal vez porque no tenía nada para agregar, pero, en el fondo, sabía era por esa mirada, esa mirada que podría intimidar hasta al más valiente.

— ¿Quieres hablar de algo, Frank?– Sonrió.

Esa sonrisa le advertía silenciosamente que tenía que hablar.

— ¿De qué podemos comenzar a hablar?– Cedió.

Por alguna extraña razón, esa mujer tenía el control. Irónico cuando era él el que había asesinado a sangre fría a muchas personas.

— ¡Bien!– Aplaudió, como una niña pequeña.— ¿Qué te parece si comenzamos con la relación de tus padres?

Frank frunció el ceño, en desacuerdo con hablar más de aquellos seres que le habían dado la vida, pero que también la habían convertido en un infierno. Pero, lamentablemente, él ya se había comprometido consigo mismo de hacerle caso a Jamia.

— Supongo que la relación de mis padres era estable.
— ¿Era?
— Si, fallecieron en un accidente.– Dijo, mitad mentira y mitad verdad.
— Oh... Debió de ser duro.
— Si.– Mintió.— Pero eso es pasado.
— Bien, ¿Ellos discutían a menudo?
— No, por lo menos que yo recuerde.– Intentó recordar.— A veces discutían, pero nada fuera de lo normal.
— ¿De qué discutían cuando lo hacían?
— De mi.– Sonrió.— Papá le reclamaba el haberme hecho así como soy. Pero luego hacían como que si no hubiese sucedido nada.
— En tu hogar siempre fue así, ¿No?

«Hogar» No era el mejor término para describir su situación cuando era menor de edad, pero prefirió no decirlo.

— ¿Así cómo?– Preguntó.
— Que siempre cuando ocurría algo hacían borrón y cuenta nueva.
— Pues a veces sí.– Se rascó la nuca.— Y a Frank no le decían nada, solo hacían como que si esa situación nunca existió.
— Por hoy ya hemos concluido, Frank. Para mañana quiero que pienses un tema que te gustaría hablar.
— Está bien.– Aceptó, sintiendo que la sesión de hoy fue muy corta y a la vez demasiado extraña.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora