Capítulo veinticuatro

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— ¿En qué piensas?– Le preguntó Jamia, ya que Frank se encontraba volando en su mente.
— Nada.– Negó con un movimiento de cabeza.– Solo que...
— ¿Solo que...?– Insitó, con la intriga a flor de piel.

Frank se debatía internamente si contarle o no.

«Jamia es una persona confiable» Se dijo, mas ni él se creía eso. «Es una perra»

— ¿Qué es lo que ibas a decir, Frank?
— Estaba pensando en mi hermana.– Mintió.
— ¿Tienes una hermana? Nunca me lo habías dicho.
— Tenía.– Corrigió, y Jamia pudo advertir el cambio de emociones en su paciente.
— ¿Quieres contarme?
— No.– Lanzó una carcajada demasiado falsa para su garganta, que ya a estas alturas dolía.– Pero lo haré de todas formas.
— Está bien, Frank, puedes comenzar.
— Mi hermana tenía cuatro años cuando la maté.

La psicóloga contuvo una mueca de asombro. Ella sabía lo que Frank había sido capaz de hacer, pero nunca imaginó que llegase a tal punto de matar a un niño, que, más encima, era su hermana.

— Fue un accidente.– Se apresuró a decir.— Estábamos jugando en las escaleras y yo la sujetaba de la mano, pero resbaló y cayó.
— No fue tu culpa.– Jamia dijo, todavía demasiado anonadada.
— Si, fue mi culpa.– Sonrió.– Y mis padres se encargaron de recordármelo.
— ¿Qué pasó luego?
— Ellos decidieron hacer un "pacto de silencio" que consistía en no hablar de mi hermana, como que si nunca hubiese nacido.– Explicó.— Pero siempre se encargaron de gritarme lo mierda que era, como que si no alcanzase lo mierda que yo ya me sentía.
— Debió ser muy duro.
— Lo fue.

Un silenció incómodo se alojó entre los dos, mas Frank no hizo nada por romperlo.
Frank, por el rabillo del ojo, vio una sombra pasar de un lado al otro de la habitación, demasiado rápido como para ser una persona.

— ¡Gerard!– Gritó, sin importarle nada más que su amor.
— ¿Gerard?– Jamia arqueó una ceja.

Frank no le prestó atención, estaba ocupado en buscar con la mirada a ese ser que lo volvía loco.

— Escúchame, Frank.– La psicóloga lo trajo a la realidad.– Aquí solo estamos tú y yo.
— Gerard... Lo vi.– Se le escapó, pero ya era demasiado tarde para remediarlo.
— ¿Lo viste?
— Si...
— ¿Dónde está ahora?
— Se fue.
— ¿Cómo lo viste? ¿Qué forma tiene?

A Frank le extrañó el entusiasmo con el que Jamia le hablaba, mas no dijo nada al respecto.

— Se ve borroso...– Se rascó la nuca.— Como amarillento.
— ¿Y qué más? ¿Cómo iba vestido?

Frunció las cejas. Nunca se le había ocurrido poner atención a aquello.

— Con un pantalón vaquero ajustado, un abrigo grande y...
— ¿Y...?
— Y estaba lleno de sangre.

Y recordó; estaba manchado de la sangre de su primera víctima. Porque aquella fue la ropa que había vestido, lo recordaba a la perfección.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora