— ¿Por qué le dijiste eso?– Preguntó Gerard cuando Frank le contó lo que había pasado con su madre.
— No tenía opción.
— ¿No podrías haberle dicho otra cosa?
— ¿Qué querías que le dijese? "Mira, mamá, tengo novio y es Gerard, si, el hijo de puta que ustedes tanto aborrecen".
— Tienes razón, Frankie, lo siento.
— ¡Estoy harto, Gee!
— Lo sé, yo también lo estoy.
— ¿Por qué mierda no me dejan vivir mi vida? ¡Tengo casi diecisiete años!Gerard lo atrajo hacia sí, sabiendo que nunca los dejarían en paz.
— ¿Tú cómo sigues con lo de tus padres?– Se interesó Frank.
— Bien.– Mintió, y su novio lo supo.
— ¿Qué van a hacer?
— No quiero hablar de eso, Frankie...
— Está bien... Pero no te guardes las cosas, si necesitas hablar yo siempre estaré, ¿De acuerdo?
— Si, Frank.Se quedaron en silencio, los dos abrazados como tanto necesitaban.
Frank se sentía tan bien con Gerard. Porque Frank a su lado era solamente Frank. Frank a su lado no era ese monstruo marica que tanto despreciaban sus padres. Frank a su lado era ese chico con una culpa latente en su pecho, era ese chico con un sueño como cualquier otro. Frank a su lado era una persona, sin importar su sexualidad, sin importar sus acciones, sin importar todo el rencor que abarcaba en su interior. Y amaba ese sentimiento; esa calidez que sentía al abrazarlo, esa seguridad de que todo estaría bien. Frank amaba a Gerard, irremediablemente lo hacía, y esos sentimientos eran mutuos.