Capítulo cincuenta y cuatro

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— ¿Qué te dijo tu madre el otro día, Gerard?– Preguntó Frank.
— Dijo que no se van a divorciar.
— ¿En serio? Eso es genial.
— Si, lo es...

A Frank le extrañó la manera desganada en que lo dijo, sabiendo que era impropio de él.

— ¿Qué sucede, Gee?
— Tengo miedo de que estén juntos por mi culpa.– Suspiró con cansancio.— Es decir, me hace muy feliz que estén juntos nuevamente, pero siento que solo lo hacen por mi.
— No creo que sea eso.
— No me perdonaría que por mi culpa sean infelices.
— ¡No digas eso! Tus padres se aman, Gerard, lo veo siempre.
— No lo sé... A veces siento que soy una carga.
— ¿Por qué piensas eso?
— Mira nuestra relación; si yo no estuviese no tendrías problemas con tus padres...
— Eres un idiota, Gerard, ¿Cómo siquiera eso se te pasa por la mente?
— Es lo que siento... Tal vez si yo no estuviese nunca te habrías enamorado de un hombre.
— Escúchame, Gerard.– Agarró sus mejillas para poder conectar sus miradas.— No importa lo que piensen mis padres, o incluso lo que cualquier persona piense, a mi me importas tú, métetelo en la cabeza.
— No sé...
— Te amo, Gerard. Eso es lo que importa.
— ¿Por qué me amas, Frank? No entiendo cómo puedes amarme.
— Yo no entiendo cómo podría no amarte. Mírate, eres lo más hermoso que existe.
— Eso no es verdad...
— Para mí sí lo es.

Los dos se sonrieron, observándose como dos locos enamorados, para luego unir sus labios en un tierno beso

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora