— ¿Qué sentías ayer, Frank?
— Sentía voces.– Suspiró con cansancio.— Muchas voces...
— ¿Qué te decían esas voces?
— Que merezco morir.Jamia quedó atónita, mas trató de disimular cualquier pensamiento que se le venía a la cabeza.
— En parte es verdad.– Prosiguió Frank.— Lo merezco.
— ¿Por qué dices eso?
— Porque maté más personas de las que soy capaz de recordar, y no me arrepiento. Supongo que si existe un infierno, yo tengo el pasaje asegurado.
— ¿No sientes ni un mínimo de culpa?
— No; la sensación recompensa cualquier mal pensamiento.
— ¿Por qué matabas, Frank?
— Se sentía bien, ¿Sabes?– Sus ojos brillaban con una fascinación inigualable.— Mi mente solo pensaba en ese momento, en ver cómo la sangre brotaba de cada cuerpo.
— ¿Por qué mataste a la primera persona?
— Era un chico que intentó abusar sexualmente de Gerard.– Recordó.— Obviamente yo no lo permití.
— ¿Quién era ese chico? ¿Ya lo conocían?
— Era el primo de Gerard, siempre le tuvo ganas. Hasta que un día nos vio en una situación bastante... comprometedora, y nos chantajeó.
— ¿Con qué los chantajeó?
— Quería acostarse con Gee.– Carcajeó.— Ni en sus sueños tocaría a mi novio.
— ¿Cómo lo mataron?
— Yo lo maté.– Corrigió.— Mientras todos dormían lo ahorqué con una soga y luego lo até al ventilador de techo, así pareciendo suicidio.
— ¿Lo tenías todo planeado?
— No, fue espontáneo.Jamia se dio cuenta de lo brillante que era la mente de Frank, y supo que, de haber sido otra la situación, podría haber llegado muy lejos en la vida.