Capítulo setenta y ocho

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Un grito desgarradoramente agudo los hizo sobresaltar a ambos, que se encontraban plácidamente dormidos.

— ¿Qué fue eso?– Frank bostezó.
— Es mamá.

Inmediatamente Gerard se puso de pie, rezando todo lo que sabía porque no hubiese pasado nada.
Los gritos y lamentos provenían de la habitación de su primo, así que se obligó a moverse hacia allí.
Lo que encontró le hizo lanzar un grito, alarmando a Frank que todavía se encontraba bajo sábanas.
Frank ocultó una sonrisa al saber de qué -o quién- se trataba, mas dibujó en su rostro un gesto de preocupación.
Con calma fue a la otra habitación, donde la señora Donna estaba acuclillada en el suelo y Gerard a su lado.
Un cuerpo se encontraba colgado del techo, demasiado pálido como para ser sano.

— ¿Qué pasó?– Preguntó Frank por cortesía, ya que él sabía perfectamente lo que estaba pasando.— ¿Qué pasó con Bob?
— Se suicidó.– Donna intentó decir, mas salió como un balbuceo.

Frank disfrazó la satisfacción por una mezcla de horror y compasión.

— Hay que llamar al hospital.– Dijo Frank, que era el que más razonaba, pero nadie pareció escucharlo.

Agarró el móvil que le tendió una Donna todavía conmocionada, y, con dificultad ya que él no tenía uno de esos aparatos, tecleó el número de emergencias que se sabía de memoria.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora