Capítulo dieciséis

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Frank se llevó las manos a los oídos. Las voces en su cabeza lo estaban atormentando, le estaban acribillando la poca cordura que le quedaba.

— Ya no...– Susurraba, mientras lágrimas empañaban su rostro.— Ya no más, por favor...

Escuchaba cómo las voces de todas las víctimas de sus atrocidades lo llamaban, cómo le susurraban lo mierda que era.

'Vas a pagar, Frank'
'Te morirás como la basura que eres'
'Sufrirás tanto como sufrimos nosotros'

— No.– Se mecía en un vaivén, sentado en su cama.— Lo siento...

'¿Por qué lo hiciste, Frank?'

Esa voz...
Abrió los ojos desmesuradamente.
Esa voz...

— ¡Lo siento, Katte!– Gritó.

Un flash atravesó su mente.

— Ya nos tenemos que ir.– Informó Linda.
— ¡Mami!– Exclamó un pequeño Frank de tres años.
— Ve a llamar a tu hermana, pequeño.– Le ofreció una sonrisa maternal.

Frank, como buen niño que era, fue a la habitación de su hermana mayor, que, para ese entonces, tenía un año más que él.

— ¡Katte!– Llamó a su hermana.— ¡Mami te llama!
— ¡Ya voy!

La pequeña niña se bajó de la cama y emprendió el camino hacia su hermano.
Como hacían siempre, unieron sus manos y caminaron hasta el borde de la escalera.

— ¡Mira lo que puedo hacer, Katte!

Frank saltó tres escalones, dejando a Katte con sus pequeños ojos asombrados.

¡Hazlo, Katte!– incitó el menor, a lo que esta negó.— ¡Hazlo!
— ¡Me da miedo!
— ¡Yo sostendré tu mano!

Y así fue. Frank agarró la regordeta mano de Katte.
Pero algo salió mal.
Katte saltó.
A Frank se le resbaló la mano de Katte.
Frank vio cómo su hermana mayor rodaba por las escaleras.

— ¡Katte!– Gritó su  madre.

Hasta ahora Frank no podía olvidar el desgarrador grito de su madre.
Frank no podía olvidar el inerte cuerpo de Katte cubierto de sangre.
Frank no podía disipar la culpa que lo atormentaba desde ese día.

De atar; FrerardDonde viven las historias. Descúbrelo ahora