Frank era un manojo de nervios, sus orbes avellanas parecía que se salían de sus cuencas.
— ¿Lo estás viendo de nuevo, Frank?– Jamia repitió la pregunta, con la expectación latiendo fuerte en su pecho.
Al chico -por primera vez- alguien lo había puesto nervioso. Es que la psicóloga parecía querer comerlo literalmente, era como una oveja en piel de cordero, siempre al asecho.
— ¿Lo has vuelto a ver?
— No.– Balbuceó, consternado.Jamia no hizo nada por ocultar su decepción.
— ¿En serio, Frank? ¿No me estás mintiendo?
— Es verdad... No lo he vuelto a ver.
— Bien.– Suspiró con profundidad.— ¿Quieres hablar de algo?
— No.
— Vamos, Frank, no hagas esto mas difícil.– Bufó.Frank se sobresaltó por el tono de voz empleado por su psicóloga. Nunca le había hablado así.
— Yo no te puedo ayudar si no hablas.– Prosiguió.— ¡Tienes que hablar! Porque sino...
— ¡Ya basta!– Gritó.— ¡Me tienes harto!
— Lo siento, yo no...
— ¡Deja de meterte en mis asuntos! ¡Yo no elegí esto ¿No entiendes?!
— En serio, Frank, lo siento...
— ¡No te entrometas más en mi vida!Jamia pareció dolida, mas no fue impedimento para sacar una jeringa y clavársela en el brazo a su paciente.
— No me vuelvas a hablar así en tu vida, miserable.– Masculló cuando Frank ya se había dormido.