CAPITULO 10

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En poco tiempo mis pies pisaron las hojas secas del bosque.

Escuché un fuerte grito y supe que tenía que correr por mi vida, no quería ni imaginar que haría Jordan si me encontraba.

Corrí y corrí hasta que la boca me supo a sangre y los pulmones estuvieron a punto de explotar.

Me detuve apoyando la mano en un árbol y agachándome.

Nunca había tenido mucha resistencia física y ese día no fue una excepcion.

Escuché hojas ser pisadas y mucho movimiento cerca de mí, sabía que ya no valía la pena intentar huir pero aún así reuní todo el oxígeno que quedaba en mis pulmones y me dispuse a correr de nuevo.

No me hizo falta darme la vuelta para saber que una enorme bestia negra me pisaba los talones.

Noté una respiración muy cerca de mí y después vi como una sombra saltaba por encima de mi cabeza.

El enorme lobo negro aterrizó delante de mí y me miró con enfado acercándose a mi peligrosamente.

Fui retrocediendo y el miedo que sentía en aquellos momentos era mayor a mi deseo de escapar del secuestro.

Retrocedí hasta que mi espalda chocó con un árbol y me deslicé por éste a medida que él se acercaba.

Pronto toqué el suelo y tuve que levantar mi mirada para seguir mirándole.

Los ojos se me aguaron y ya no aguanté más todo aquello que estaba pasando.

-P-porfavor...- susurré tartamudeando.

Enterré mi rostro entre mis rodillas y me abracé a mi misma dejando que pasara lo que tuviera que pasar.

Noté una respiración encima de mí y me asusté aún más estremeciéndome.

Noté como algo tocaba mi brazo y levanté mi cabeza encontrándome con los ojos azules de Jordan.

Ya había vuelto a su forma humana y una de sus manos estaba acariciando mi brazo con compasión.

Estaba arrodillado en frente de mí y en sus ojos se reflejaba la tristeza, aún que no sabía por qué, seguramente se estaría compareciendo de mí, a nadie le gusta ver a otra persona llorar...

Pasó su pulgar por mi mejilla quitándome las lágrimas y haciendo que me sorprendiera.

-Perdoname...- susurró agachando la cabeza con arrepentimiento.

Asentí sin ánimos de discutir y vi como me miraba de una forma extraña.

Sacudió su cabeza seguramente alejando sus pensamientos y se puso de pie ofreciéndome una mano para ayudarme a levantar.

La acepté y en cuanto su piel tocó la mía una corriente me recorrió de pies a cabeza haciendo que me olvidara por un momento de todo lo que sabía de él y centrándome un poco en lo que sentía.

Me parecía imposible sentir nada por una persona que acaba de conocer, mucho menos si era alguien como Jordan.

Descarté la posibilidad de aquello y empecé a andar a su lado una vez puso rumbo hacia la mansión.

Eché una ojeada por los alrededores y al ver la oscuridad del bosque me dió mala espina haciendo que me acercara un poco más a Jordan, sintiéndome totalmente protegida con su presencia.

Le miré por el rabillo del ojo y vi como sonreía levemente ante lo que acababa de hacer.

Tardamos en volver a la mansión y cuando la vi sentí como si me estuvieran llevando a la cárcel... No sabía si en un futuro consideraría aquello mi hogar, pero por el momento solo lo veía como una jaula.

Me detuve un momento y reanudé mi marcha cuando Jordan miró por encima de su hombro.

Le seguí de lejos está vez, negándome internamente a volver a estar encerrada.

Jordan alzó la mirada y vio las sábanas de la cama colgando por la ventana y vi como reprimía una risa.

De verdad... Ese chico era bipolar... Le ponía furioso que escapase pero ¿Le hacía gracia en la forma en la que escapaba? No había quien lo entendiera...

Abrió la puerta de madera de la entrada y la mantuvo abierta invitándome a entrar para después pasar él y cerrarla detrás suyo.

Pasé los ojos por el lugar, intentando examinar más a fondo la casa, a la izquierda nada más entrar se encontraba la cocina, no había entrado nunca pero Valerie solía pasar bastante tiempo ahí.

A la derecha había una especie de salón con sofás delante de una gran chimenea.

Todo estaba decorado de una manera muy victoriana, así que supuse que había pertenecido a la misma familia durante generaciones.

Jordan empezó a subir las escaleras para dirigirse de nuevo a la habitación.

-No quiero estar ahí... Encerrada y sola- dije sabiendo que si pasaba un minuto más en aquella habitación moriría de pena o de aburrimiento.

Se giró completamente y empezó a descender todas las escaleras anteriormente subidas, hasta quedar en frente de mí.

-No me puedo arriesgar a que te vuelvas a escapar... Lo siento- dijo apenado y agarrando mi mano empezó a subir escaleras de nuevo.

-Jordan... Escúchame- tiré de mi mano haciendo que se volteara- Te prometo que no voy a volver a intentar nada... Pero porfavor... No quiero estar encerrada, no más...

Me había pasado más de media vida encerrada en la casa en la que vivía con ese monstruo al que llamaba padre.

Él asintió sin decir nada más y acarició el dorso de mi mano con su pulgar.

Decidió hacerme un tour por la casa para que supiese donde estaba todo.

-Creo que me voy a perder... Esto es muy grande- suspiré yo... Solo ibamos por la segunda planta... Aquello era de risa.

-Bueno, Dory... No pasa nada ya te acostumbraras- rio por el apodo que me puso.

Le pegué un ligero empujón por reírse de mi y me pasó una mano por los hombros estrechándome contra él y dejando un beso en mi cabeza.

Normalmente un gesto así me hubiese incomodado, pero no sé porque extraña razón si lo hacía Jordan no me molestaba.

-¿Porqué hay tantas habitaciones?- pregunté calculando que en la casa seguramente habían más de veinte dormitorios.

-Son para todos los hijos que tendremos- explicó con la mayor seriedad del mundo.

Me separé de golpe y le miré incrédula.

Empezó a reír y me di cuenta de que había caído de lleno en su broma.

-No quiero ser mamá coneja ¿Sabes?- me uni a su risa.

Me volví a acercar a él y su brazo reposó de nuevo en mis hombros.

-Solo cuatro o cinco- dijo pensativo.

-¡Ja! Espera sentado a que eso ocurra- reí irònica.

En lo que a mi me pareció poco tiempo, se hizo la hora de comer y Valerie nos buscó por la casa hasta encontrarnos en el cuarto piso.

Después de aquello la tarde pasó tranquila.

Jordan y yo nos sentamos en el sofá del salón, delante de la chimenea y hablamos sobre temas muy triviales, hasta que entramos en el terreno personal.

-¿Qué hizo tu padre?- preguntó sabiendo que cabía la posibilidad de que no le contestase la pregunta.

-Algo de lo que algún día se arrepentirá... Y mucho- susurré con rabia mirando fijamente las llamas entrelazarse entre sí.







JordanDonde viven las historias. Descúbrelo ahora