Nos quedamos en silencio después de aquella confesión, pero resultó ser que Jordan no lo sabía todo de mi.
-Después de que mi madre muriera, él se metió en el mundo del alcohol y las drogas de lleno...- empecé a explicar.
-¿Cuantos años tenías?- me interrumpió Jordan.
-Por aquél entonces sólo once... No le importó nada más que aquello y se olvidó por completo que tenía una hija... Solo se acordaba cuando necesitaba algo en lo que descargar su irá- dije sin querer recordar- Fui, durante ocho años, su saco de boxeo particular... Me hizo sentir que no valía nada... Y creo que era peor la tortura psíquica que la física... Sabía que de una manera u otra tenía razón... Él me consideraba una mierda... Y yo también me lo consideraba...- dije lo último en un susurro- Me obligó a dejar el colegio y a quedarme en casa para hacer todo tipo de tareas... Los primeros años pensé que no iría a más, estaba equivocada... La primera vez que se aprovechó de mí solo tenía dieciseis- sollocé- ¡Dieciséis años, Jordan!- grité exasperada, sentía todo aquello como si lo volviese a vivir- Me sentí la persona más sucia del mundo... Después de aquel día se volvió a repetir muchas veces más... Hasta que tuve la edad y el valor suficientes como para salir de Canadá...
No escuché siquiera la respiración de Jordan, no podía mirarle a la cara después de haberle contado aquello.
Agaché la cabeza y vi como poco a poco mis vaqueros se iban mojando por las lágrimas.
Preferí no contarle las secuelas que dejó todo aquello en mi mente...
Jordan seguía a mi lado sin decir nada, no sabía si era porque le había impactado o porque le era indiferente.
Me armé de valor para levantar la cabeza y mirarle a la cara, no tenía expresión alguna, me miraba con la mandíbula apretada y pude ver que todos sus músculos estaban tensos debajo de la ropa.
Miré sus puños que estaban cerrados con fuerza sobre su regazo.
Respiró con fuerza y vi como contenía toda la ira que tenía dentro, me dio miedo verle así... Le había visto enfadado otras veces, pero nunca de aquella manera.
Estiré mi brazo hasta que mi mano tocó una de las suyas.
-Eh- susurré acariciándole el dorso de la mano con el pulgar.
Forcé una sonrisa intentando olvidar todo lo que le había contado y sus puños se relajaron cogiendo mi mano entre las suyas y la acercó a sus labios dejando un beso sobre la palma.
Estiró de mí en su dirección y me pasó las manos por la cintura estrechándome contra su pecho.
Me sorprendí por el gesto pero enseguida mis brazos rodearon su cuello y enterré mi rostro en el hueco de éste, sintiéndo que por una vez en la vida, había un lugar donde estaba protegida, y ese lugar eran sus brazos.
Encontré más consuelo en sus brazos del que había encontrado nunca en algún lugar.
Noté como poco a poco sus músculos se relajaban bajo mis manos y supe que las caricias en la espalda estaban haciendo efecto.
Me agarró la cintura entre sus manos y tiró de mi guiándome para que me pusiera sobre sus piernas a horcajadas.
Dejé de acariciarle y me separé un poco para mirarle a los ojos, ahora sus manos descansaban sobre mis muslos.
Se fue inclinando poco a poco sobre mí y me aparté al mismo ritmo que se acercaba, me había alejado lo suficiente como para perder el equilibrio y caer de espaldas.
Cerré los ojos esperando un golpe que nunca llegó.
Noté las manos de Jordan en mi cintura de nuevo, aprisionándola y evitando que cayese.
Abrí los ojos y vi que estaba más cerca de mi rostro de lo que había estado antes.
Aparté la cara antes de que pasara nada más.
-Jordan... Yo no... No puedo- susurré casi inaudiblemente.
Me dió un beso en la mejilla y sonrió como un niño, haciendo que unos hoyuelos se le marcaran en ambos lados de la boca.
-Mack... Con tenerte así, a mi lado... Es lo único que necesito... Con eso puedo vivir- dijo él mirándome a los ojos con sinceridad.
Sonreí como una boba... Sabía que posiblemente lo estaba siendo, pero hacía tiempo que no era tan feliz como lo era en esos momentos.

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Jordan
Werewolf-Querida... No saldrás de aquí en tu vida... Aquellas palabras me helaron haciendo que se me quedara cara de tonta. ¿C-como dices?- tartamudeé yo. -Lo que oyes pequeña... Me perteneces, siempre lo has hecho Mack. -¡Estas loco- le chillé sin poder co...