No dejo de pensarlo. Una, y otra y otra vez. ¿Cómo es posible que la guardia conozca la existencia de una minúscula y casi imperceptible marca en mí piel? En un primer instante, en un primer repaso, llego a la conclusión de que solo mi familia sabe de ella pero, ¿quién sabe? Si Jac la vio de casualidad cuando éramos críos y no lo ha mencionado hasta ahora, ¿quién más ha podido cruzarse en mi camino que, sin querer, la haya visto? Nadie que yo recuerde pero, ¿podría decir con total seguridad que jamás ninguna de las chicas de Dempsey que me ayudaban a vestirme cuando mi madre murió no deparó en ella? ¿O los chicos de esta calle cuando no éramos más que niños y nos bañábamos juntos en los días más calurosos de verano? No. Por supuesto que no. Y en caso de que cualquiera de ellos me haya delatado, ¿por qué? No he hecho nada, no he cometido ningún delito. Quizá a alguien le atacaron por detrás, y al descubrir a su agresor similar a mí, me culpó sin parpadear. Y supongo que la guardia le diría algo así como que hay muchas chicas morenas con los ojos castaños por aquí, que tendría que ser un poco más específico. Y entonces esa persona recordaría mi marca y me señalaría directamente. Claro que a la guardia no le importa si a un muerto de hambre de París le atacan por detrás y le roban un par de monedas. Les importa lo mismo que les importó la muerte de Nudillos: Nada. En este caso han ofrecido dos sueldos por cualquier información, así que si alguien me culpa de algo, tiene que ser alguien importante. Y yo no conozco a nadie importante.
Me detengo un momento para apoyarme en una pared, cerrar los ojos y tomar aire. Un silbido atraviesa mis oídos y dejo de escuchar el sonido de la gente a mí alrededor durante unos instantes. Tengo que hacer algunas entregas, y no sé si es por la preocupación, pero me parece ver más guardias de lo habitual dando tumbos por las calles. Van de aquí para allá, mirando a la gente, intercediendo en las peleas, colándose en los callejones. Y yo, por inercia, camino más deprisa cuando paso por delante de ellos. Aprovecho las idas y venidas para pasarme por las tabernas y el mercado, para ver si escucho algo de interés. De repente todo el mundo sabe lo que la guardia busca. A todo el mundo le han parado para preguntar sobre una marca en concreto en la piel de una joven. ¿Es que esta ciudad es tan pequeña que los guardias pueden recorrerla en una sola mañana, o es que han lanzado el mensaje al viento y han dejado que la muchedumbre haga su trabajo y lo propague entre la gente? Probablemente. Opie no deja de mandarme de una punta de la ciudad a otra para repartir pan y bollos, y cuando paso por la panadería mi padre nunca está. O ha salido, o ha ido a repartir una entrega, o el destino simplemente no quiere que me encuentre con él. Cuando acabo, cuando por fin termino y llego a casa, es lo suficientemente tarde como para que los hornos lleven horas apagados.
―¿Dónde está papá?
―Se ha acostado―dice Opie doblando un trapo en dos―. Tendrás que esperar a mañana. ¿Qué? ¿Por qué me miras así?
―Te dije que tenía que hablar con él.
―Y yo te dije que no sabía cuándo iba a regresar. ¿Qué ocurre? ¿Qué es tan importante que no puede esperar a que sea de día?
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Sangre azul
Historical FictionParís, 1638, XVII. Gaby nunca ha dado un paso más allá de la verja que separa la plaza con palacio. Para ella el mundo que se erige a ese lado es desconocido y extraño. Gaby pertenece al bajo París, al de la podredumbre, las rameras y los borrachos...