Capítulo 12

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Mi padre me acompaña hasta el acceso que utilizo para entrar a palacio. Bajamos por el puente y caminamos por la orilla del Sena cuando el sol aún ni siquiera ha salido. Las barcazas de los pescadores se bambolean en la superficie, tranquilas, pero no me preocupa que puedan verme. Ellos se despiertan mucho antes que yo. A las tres de la mañana, aproximadamente, echan la caña y dormitan tendidos en la madera hasta que algo pica. Se levantan, recogen el hilo, y cuando se hacen con el pez ponen un nuevo cebo, vuelven a echar la caña, y vuelven a acostarse un rato.

Llamo dos veces a una puerta que tiene los bajos podridos por la humedad y Jarvis, que siempre está esperando, abre. No se sorprende de verle. A mi padre, digo. Le saluda amablemente y me invita a pasar tras una breve y cortés conversación.

―Nos vemos más tarde.

Mi padre, que juguetea con su sombrero de manera nerviosa, asiente y se despide antes de que la puerta se cierre. Con una vela encendida en un bonito candelabro de cobre, Jarvis y yo caminamos en la oscuridad por la parte más antigua y oculta del palacio, un laberinto de paredes de arena y techo tan bajo que hay que caminar ligeramente inclinado hacia delante. Es evidente que Jarvis odia estar aquí abajo. Cada vez que el eco nos trae el chillido de dos ratas que se pelean en un punto impreciso de este sitio, él sufre un breve escalofrío y su paso se vuelve más urgente. Cuando subimos unas escaleras escondidas tras una verja oxidada y aparecemos en palacio, traga saliva y se afloja un poco el cuello de su elegante camisa.

―Hoy es un día especial, milady.

―No me diga.

―Hoy va a salir de palacio.

Le miro con recelo.

―¿Por qué?

―Porque el rey ha organizado una cacería en una de sus casas de campo y quiere que acuda con él.

―¿Quiere que acuda con él como hija bastarda, cómo princesa, cómo futura reina de Francia, o como cortesana con la que se acuesta?

Jarvis tarda un poco en asimilar mi lenguaje. Al final, con sumo cuidado y midiendo sus palabras, dice:

―Cómo su hija. Es una reunión sumamente importante, milady, con algunas de las casas más notorias de Francia.

―Pero creía que sería un secreto. Hasta la presentación en sociedad. ¿Está intentando adelantarlo? Dijo tres semanas. Tres semanas.

―Son personas de confianza. Amigos fieles del rey y de la corte. El rey quiere que les conozca para tener su apoyo a la hora de apartar al príncipe Theodore del trono y promover que seáis vos quien lo ocupe. Es importante empezar a ganar adeptos cuanto antes. La reina y el príncipe han tenido veinte años para hacerlo. Usted solo goza de unos pocos meses para ganarse la simpatía y el apoyo de todos.

Jarvis continúa hablando sobre enemigos y amigos, sobre intereses y ambiciones.

―Partirán esta misma tarde y volverán por la mañana. La distancia es considerable y no hay necesidad de que el viaje resulte agota...

―¿Qué? ―me detengo―Si no vuelvo a casa esta noche a mi padre le dará un infarto.

―Enviaremos un emisario ahora mismo, tiene mi palabra.

Trago saliva.

―Eso espero.

―Por el camino estudiaremos con detalle todas las familias que conocerá. Ya verá, será un día estupendo. Muy divertido.

―Divertidísimo, estoy segura.

Jarvis me mira con el entrecejo fruncido. Creo que le cuesta mucho diferenciar el sarcasmo del no sarcasmo.

Sangre azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora