El farolillo rojo de la casa de Dempsey Lena está encendido. Lu está ahí, haciendo guardia, pero no me paro a hablar con él. Le doy las riendas de mi caballo y él me observa subir las escaleras con ese gigantesco y bonito vestido que nunca antes ha visto. Dejo atrás las habitaciones, con las puertas cerradas y dónde las chicas trabajan, hasta que llego a la de Jac. Abro sin llamar. Estaba a punto de acostarse. Sentado en su cama, se desabrochaba las botas. En cuanto se pone en pie, cierro de un portazo, avanzo hasta él con grandes zancadas, y le beso. No me paro a pensar si era el beso que imaginaba cuando era cría y le veía por la ventana jugar a pelarse con el resto de críos. Tampoco en si ha sido mejor o peor que el de Philip. Ahora lo único que siento en el pecho es un barullo de sentimientos encontrados que no creo que haya experimentado jamás. Siento dolor, y rabia, y sed de venganza. Creo que es una combinación nada beneficiosa, pero es lo único que me empuja en este instante.
Jac se separa. Se inclina ligeramente hacia atrás y me mira, interrogante.
―Las chicas dicen que la primera vez nunca se olvida.
Cuando sea una anciana y mezcle los nombres de mis nietos quiero saber que fue alguien a quién conozco y adoro. No quiero pensar que fue alguien obligado a casarse conmigo, que no me deseaba de ningún modo ni me amaba. Lo único que ahora siento por Philip es desprecio, así que la sola idea de compartir lecho con él me produce arcadas. Jac duda. Se deja quitar la ropa pero mantiene los brazos cada uno a cada lado de su cuerpo, cómo si no tuvieran vida. Se mantiene pasivo durante unos instantes hasta que, al final, me abraza, me tumba en la cama con brusquedad, y yo acallo esa voz que no suena a la de mi padre pero que sé que es la de mi padre y que dice:
«No es buena idea dejarse llevar por el dolor.»
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Sangre azul
Historical FictionParís, 1638, XVII. Gaby nunca ha dado un paso más allá de la verja que separa la plaza con palacio. Para ella el mundo que se erige a ese lado es desconocido y extraño. Gaby pertenece al bajo París, al de la podredumbre, las rameras y los borrachos...