Capítulo 57

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Enzo, tumbado sobre el carruaje ya vacío, da un último sorbo a su bota. Le miro. Él me mira. Asiente, y cuelo los dedos en su herida buscando la bala a tientas. Él emite una especie de gruñido mientras busco entre sus entrañas, hasta que doy con su superficie fría y logro sacarla.

―Creo que voy a vomitar.

Tengo que asomarme, escapar del olor a sangre que me persigue y que está por todas partes, incluso encima de mí, para respirar profundamente y volver a atender a Enzo. Con el pulso tembloroso, dejo que eche un último trago antes de vaciar su contenido en la herida.

―Deberías esconderte. Ir a un lugar seguro hasta que todo se aclare.

―Pude marcharme hace meses y no lo hice porque me hubieran buscado sin descanso―murmullo mientras le vendo la herida―. Si lo hago ahora, si me marcho en este instante, parecería mucho más culpable de lo que ya lo soy. Sería la asesina del rey de Francia. Me capturarían, me matarían, y matarían a mi familia.

Enzo no dice nada. Por una parte está demasiado agotado y por otra sabe que tengo razón.

―La reina Victoria hará cualquier cosa para que mueras―susurra casi al borde de la inconsciencia―. No le importará lo que le ocurra a ella después. Ya lo ha perdido todo, y no hay nadie más peligroso que una persona desesperada.

Le doy una palmadita en la mano, que sostengo. Pero cuando pretendo salir del carro para dejarle descansar, él me sostiene con firmeza.

―Tuve una hija. Antes de que mi pequeña Coral naciera. Ahora tendría tu edad, pero murió con siete años por una enfermedad. Era terca y cabezona, pero también inteligente, generosa y valiente. Se parecía mucho a ti. No me hubiera importado que fuera cómo tú.

Cuando sus ojos se cierran y sus dedos se aflojan, yo frunzo ligeramente el ceño mientras le observo. Tengo el estómago revuelto. No sé si es por la sangre, por lo que he vivido, o por lo que aún me queda por vivir.

spirar,��ی��,

Sangre azulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora