Un Mayordomo Diferente

208 58 10
                                    

Eustace

Desde la esquina del salón podía observar a la pequeña Myrcella conversando con lady Catelina.
Que inocente era mi muchacha al confiar en ella, los ojos verdes de Catelina no reflejaban más que su propio egoísmo y envidia.

Desde pequeña, ella había envidiado a Myrcella, era algo muy irónico, pues a cualquiera que viera a las dos muchachas paradas juntas, le parecería risible que alguien tan hermosa pudiese envidiar el poco agraciado rostro de mi lady.

Pero era verdad, aunque nadie más lo notara, yo había vivido y visto lo suficiente como para poder leer a las personas sin siquiera cruzar palabras con ellos.
Es lo que un mayordomo debe hacer, con un solo vistazo a las visitas de sus señores, debe saber que vino será del agrado de sus invitados. Yo era el mejor en eso cuando estaba con vida, y seguía siendolo ahora, aún después de la muerte.

— Eustace, buena tarde — dice Lady Catelina fingiendo ser sofisticada.

— Buena tarde para usted también mi lady.

Cuando ella desparece de mi vista, me acerco a la joven Myrcella, que está parada en la ventana, mirando con anhelo hacia el gran jardín.

— ¿Otra vez está observándolo mi lady?.

Mi voz la toma por sorpresa y da un brinco de nervios.

— ¡Eustace!... Me asustó — dice con una sonrisa inocente en el rostro.

Lo siento mi lady, sabe que esa nunca es mi intención.

— Lo sé... Y respondiendo a su pregunta, sí, lo estaba mirando... Sé que está mal pero...

— No me parece mal que usted observe al señor Law, al fin y al cabo lo ha hecho por años.

Mi pobre, pobre, lady, tan indiferente a las intenciones perversas de Catelina, que por años ha tratado de seducir al señor Law.

— Él es demasiado hermoso para alguien como yo — dice apenada.

¡Por supuesto que no, mi lady!... Usted tuvo una cuna demasiado lujosa para alguien como él.

Eso la hace sonreír un poco, si yo tuviera alma, estaría muy feliz en este momento.

— Gracias por ser tan bueno conmigo Eustace... Es el único que me trata con tanto aprecio, si no fuera por usted y por Catelina, me habría vuelto loca hace mucho.

— Sabe que siempre estaré aquí para usted mi querida Lady.

— Bueno... Mi "siempre" está por acabarse. ¿No es así?... Solo queda un año para que pase.

— Como le dije a su padre...

— Le agradezco por calmar los nervios de mi padre, pero yo sé lo que pasará, y lo he aceptado.

Cuando aparecieron los fantasmas de Myrcella, el tiempo parecía tan lejano, y sin embargo, los años habían galopado con prisa, cada día era un paso mas hacia la muerte.

La lady volvió la vista hacia la ventana, el señor Frank estaba terminando de recoger las herramientas del jardín, parece que se percató de estar siendo observado, volvió la vista hacia la ventana y le hizo un saludo a Myrcella con la mano.
En otros tiempos eso hubiese sido muy inapropiado, en la casa en la que serví prácticamente toda mi vida, ningún sirviente podía mirar directamente a la cara a los señores. Ahora podían incluso hacerle saludos con la mano... Era nefasto.

Pero aquella escena me dio una genial idea, claro que tendría que hablarlo primero con Lord Brett, no creo que él se niegue.

Estaba totalmente decidido, le haría a mi lady el mejor regalo que ha recibido en su vida.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora