Los Fantasmas De Frogville © | Completa

Epílogo

Nadie sabe a ciencia cierta, en que momento la historia de los Brett se volvió una leyenda urbana en Sinus.

La historia que empezaba con el viejo fantasma de la vida pasada de un gran y poderoso señor, quien apareció una mañana de juegos en la puerta de su casa, dio la vuelta al mundo a lo largo de los años.

Poco se sabe de los verdaderos Brett de Frogville.

Según las historias más comentadas, los Brett tuvieron finales muy inverosímiles.

Lord Han, padre del pequeño Oliver Hugh, dejó una carta reconociéndolo como hijo suyo, esto poco antes de suicidarse, volándose los sesos unas semanas después del matrimonio de su hermana Silóe. Nadie supo la razón exacta, pero algunos sugieren que la culpa había hecho que le de insomnio irreparable, estar tantas horas despierto lo había enloquecido y sólo pudo hallar consuelo en los brazos de la muerte.

Silóe y Rickard Skeltor, se mudaron a una gran casa en Palazzo, ellos llegaron a tener cuatro hijos y dos hijas, fueron inmensamente felices juntos.
Años después de acabada su vida, su casa (que aún seguía siendo propiedad de sus herederos), se volvió una posada para viajeros errantes.

Sobre la vida de Catelina Hugh, corren los chismes más escandalosos.

Meses antes de dar a luz ella y su esposo se mudaron a Àrdachadh.

Su primer hijo (a parte de Oliver), fue un varón de muy buena salud. Tenía los ojos verdes como su madre, pero según cuentan, no había mucho parecido con el padre. Aun así, Thomas Hugh lo amaba. Dos años más tarde, nació su segundo hijo, esta vez fue una niña.

Aunque nunca descuidaron a Oliver, el niño empezó a sentirse marginado, y este sentimiento no hizo más que empeorar conforme pasaban los años.

Cuando cumplió los dieciséis años, Thomas y Catelina le contaron la verdad sobre su origen, él pareció tomarlo con calma, sin embargo, poco a poco fue cambiando los libros antiguos por pipas de tabaco, dejó la música clásica para dedicarse a los viajes exóticos con mujeres. A los dieciocho, quiso llevar el apellido que por derecho y firma de Han, le correspondía. Así dejó de ser Oliver Hugh, y pasó a ser Oliver Brett, el único heredero de Han Brett.
Echó de Hearhome a la ahora vieja Deeana Alessandri, subastó algunas de las propiedades de la familia, en pocos meses, se deshizo de gran parte del dinero que generaciones de Bretts habían guardado.
Llegó a estar tan sumido en deudas, que tuvo que malbaratar Frogville.
La universidad Atalayar compró el terreno, fue la primera institución mayor en todo Sinus.
Oliver nunca se casó, pero si tuvo más de quince hijos reconocidos, y quizá muchos más en el anonimato.
La mayoría de sus vástagos, eran nacidos en Àrdachadh. Llegaron a haber tantas personas con el apellido "Brett", que el mismo nombre de la ciudad cambió, fue nombrada Bretthome, en honor esa gente y a esa mítica familia.

No hay información sobre Frank Gemerk, salió de Sinus hacia un destino un poco incierto, al parecer, nunca regresó. Otros dicen que si lo hizo, que al enterarse de la muerte de Thomas Hugh a los cincuenta y cuatro años, él volvió por Catelina y se mantuvieron juntos hasta el final de sus vidas, pero muy pocas personas creen que esto haya sucedido.

Cómo sea que haya sido la historia original, hay cosas que nadie puede negar, como la importancia de los Brett en la historia de Sinus, o la existencia de los fantasmas en Frogville.

Pues hasta el día de hoy los alumnos de la universidad de Grethel aseguran haber visto personas extrañas, vestidas con trajes de épocas pasadas, observándolos desde algún pasadizo vacío.

A algunos se les ha aparecido una muchacha flacucha y fea, rodeada de una ondeada de patos, ella lleva un pequeño bebé en brazos y va cantando nanas para hacerlo dormir; otros dicen haber visto a una dama mayor, vestida de gala, con joyas hasta en el sombrero, un fantasma nada modesto que los mira con desprecio a través de sus ojos espectrales; es sin embargo, el hombre el sombrero de copa, el fantasma más fácil de reconocer. Camina tambaleante a mitad de la madrugada, buscando parejitas indecentes a las cuales pueda asustar. No tiene rostro, ni piel en las manos. Es aterrador y tiene una crueldad voraz.

"La dama de rojo", "La dama de los libros", "El hombre arrepentido", "La mujer de la limpieza", "El jardinero", "El empresario" y "El seductor", son los apodos que llevan los demás fantasmas que habitan en aquella vieja morada, junto a las clases, a los alumnos y a las inmortales arañas.

Fin.