Lady Adélaïde
Cuando oí la voz de Frank Law en la puerta del que había sido mi precioso hogar, supe que la muerte había llegado a su diestra, ni siquiera sé muy bien porqué lo dejé pasar.
Era un hombre destruido, había envejecido bastante, aunque aún mantenía el temple fuerte. Quién sabe, tal vez no hubiese sido un mal yerno después de todo.
Me arrepentía de no haberlo aceptado antes, o de haber desaparecido al bastardo Skeltor. Mi vida era lamentable, solo despertaba cada mañana para disfrutar de mi desgracia, pasaba las horas arrepentida por mis errores y únicamente le rogaba al cielo porque ya no me hiciera padecer más.
Mi marido y Eustace eran idénticos, a veces los confundía entre sí, si no fuera por el sombrero de copa, tal vez ya me hubiese pasado de "confianzas", con el espectro mayordomo.
Frogville era demasiado grande para nosotros dos, era grande aún cuando Silóe seguía por aquí, ahora quién sabe dónde estará mi pobre y desdichada hija. Tal vez mi pequeña yace muerta en algún acantilado, yo ni siquiera podré volver a ver su cadáver.
¡Si tan sólo hubiese aceptado que se casara con el bastardo!.
Pero no, yo era tan estúpidamente orgullosa que me negué rotundamente a ser la suegra de un insignificante bastardo... Bastardo, bastardo... Si él no hubiera nacido con ese estigma, se hubiera casado con mi hija hace años, y vivirían felices aquí, a mi lado.
Pero por supuesto, nadie ha sido feliz en Frogville, pensándolo bien, ni siquiera mi matrimonio había sido feliz desde que llegamos aquí.Amaba con toda mi alma este lugar, pero solo ahora me doy cuenta que estaba agrandando una fantasía, esta casa no nos trajo nada bueno.
Debimos echar a Eustace cuando se apareció en la puerta, aún seguiríamos viviendo en Ripper, seríamos los fabulosos Brett de Hearhome.Quizá mi pobre Myrcella aún seguiría viva. Mi pobre, pobre hija, jamás fui capaz de quererla como debía, todos se habían encargado de recordármelo.
¿Por qué condenar a una madre que no pudo querer a una niña tan fea?.
Ella no encajaba con nosotros, era tan torpe, tan vacía.Aun ahora que sé lo del señor Law y Catelina, no siento lástima por Myrcella, ella debió saber que ese hombre no la amaba y sin embargo lo condenó a casarse con ella y le refregó en la cara a su hermana, que ella se había quedado con "el premio".
Cuándo Law dejó la casa está mañana, un olor a flores muertas empezó a inundar cada rincón, las dos sirvientas que nos quedan, quemaron canela y salvia, pero no surtió ningún efecto. Yo sabía que nada quitaría ese olor, que poco a poco se fue grabando en mi mente como el hierro caliente sobre se grabó sobre el rostro de Frank Law. Recuerdo cuando Elric me contó sobre eso, no cabía en sí de tanta felicidad, llegó a asustarme un poco su nivel de sadismo, pero lo dejé pasar, al fin y al cabo Myrcella era una Brett, y el pobretón jardinero, debía respetarla, por supuesto que entonces pensaba que la amante era una prostituta y no mi Catelina.
La noche cayó más temprano que lo usual, mi esposo se retiró a la habitación y yo me quedé en la sala, impaciente por ver a los ángeles llegar por mí, había cometido errores, pero todo fue en favor a nuestro buen nombre.
¡No iba a recibir el castigo divino por buscar el bien de mi familia!.Minuto a minuto, mi expectación subía, sentí una cálida brisa, como el airecillo que le llega a la arena cuando es invierno en la playa.
Recé el Padre Nuestro más veloz de mi vida, pedí por mis hijos y por la memoria del cuerpo corrupto de mi Silóe.
Cerré los ojos con fuerza, pero una visión extraña me hizo despertar, vi a Eustace apoyado en el marco de la puerta, con una pipa en mano y una sonrisa bastante fuera de lugar.
—¡Eustace! —grité nerviosa— ¿Qué demonios haces acá?.
—"Demonios", mi Lady, es irónico que hablé de demonios justo en este momento... Además supongo que ya no debo decirle: "Mi Lady". ¡Maldita vieja zorra!, usted desprecio a la pobre Myrcella hasta el último día de su vida.
—¡Eustace, cómo te...! —mi voz calló en seco.
Ya no podía hablar, sólo observaba al frívolo fantasma, fumando la pipa, mirándome con desprecio.
—Va a ser una verdadera molestia tenerla aquí para toda la eternidad —dijo con desdén— Pero ni modo, usted se lo ganó a pulso.
Yo lo miré sin entender nada de lo que estaba sucediendo, aún seguíamos en Frogville, nada había cambiado.
¿O sí?.—Seguro se pregunta que esta sucediendo —bufó— Bueno... Esta será la primera y última vez que se lo explique "Mi Lady" —recalcó con ironía— Pasaremos una muy, muy larga vida en este lugar, bueno, no es una "vida" propiamente dicha, más bien es la muerte. ¡Usted se quedará en Frogville para siempre, tal y como quería!. Usted se unirá a los demás condenados, a mi siempre me da placer ver a la gente como usted pagando uno a uno sus pecados, es lo mejor que tiene este trabajo.
Se sacó el sombrero de copa y empezó a girarlo en la mano que permanecía libre, volvió la vista hacía mí, tal vez queriendo saber si ya había entendido su mensaje.
Y sí, ya lo había hecho, me sentí estúpida por no haberlo pensado antes.
Eustace era el mismísimo Satanás.
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Los Fantasmas De Frogville © | Completa
Historical FictionEn la lejana ciudad de Grethel, vive la adinerada familia Brett. Lord Elric y su esposa Adélaïde, parecen llevar una vida normal junto a sus cuatro hijos, Silóe, Catelina, Han y la infortunada Myrcella. Pero ellos esconden un "incómodo" secreto, la...