Catelina

89 12 3
                                    

Lord Frank

Ni siquiera había terminado de acomodar mi maleta bajo la cama, cuando alguien empezó a tocar la puerta de la habitación.

—¿Usted es Lord Law? —preguntó un muchachito flacucho, de unos trece años de edad.

—Sí. ¿Quién eres tú, trabajas en la posada?.

—No... La señora Tel me dejó pasar con suerte, tenía que entregarle este mensaje —dijo sacando de su bolsillo un pequeño papelito doblado en cuatro.

—¿Quién lo envía?.

—Su cuñada, Lady Catelina Brett de Hugh.

Abrí la nota con dedos temblorosos, pensando que tal vez, se ella se retractaría por haber tomado una decisión tan a prisa.

«Frank, tuve que salir de casa hace un rato. Creo que Eustace oyó nuestra conversación, y al parecer estaba planeando algo para mantenerme encerrada en Frogville. La señora Crispy me ayudó a huir, estoy en el viejo almacén de mi padre, el de la avenida Hades, por favor, ven por mí, estoy muy asustada. Con amor, Catelina».

—¿Quién te dio esto? —le pregunté al niño.

—Fue su misma cuñada, se veía muy asustada.

—¿Estás seguro?.

Él asintió, no parecía tener motivos para mentir.

Tomé mi maleta y salí sin darle ninguna explicación a la vieja Tel.

La avenida Hades no quedaba muy lejos, yo recordaba el almacén de los Brett, Lady Adélaïde solía enviarme ahí para recoger aceite y semillas.

La desesperación carcomía mis nervios, corrí el resto del camino.

A esta hora de la noche, todas las bodegas se veían iguales, nunca había venido tan tarde, pero tenia que confiar en mis instintos para encontrar a Catelina.

Recordé un pequeño detalle, una medalla en forma de león dorado adornada la esquina derecha de la puerta.

Examiné una por una, hasta dar con la correcta.

Toque la puerta solo una vez, se abrió casi de inmediato, pensé que ella estaba más aterrada de lo que pude imaginar.

Un brazo grueso y fuerte me jalo hacia el interior del lugar, Catelina por supuesto, no estaba ahí, pero los recepcionistas, tampoco eran desconocidos.

—¡Frank Law! —dijo una voz familiar que salía de las penumbras —No sabes cuanto tiempo estuve buscándote.

El general Doré, caminó hacia el centro de la bodega con una sonrisa fingida.

—Recibí un mensaje por la mañana... Vine de inmediato y los chicos quisieron venir conmigo. ¿Los recuerdas, o los olvidaste junto con tú dignidad?.

Todos a mi alrededor rieron con fuerza.

—Muchos dijeron, que cazar a los traidores era una perdida de tiempo... Yo en cambio, pensé que era una forma de enseñarle a los civiles, lo que les sucede a las personas que traicionan a su país... ¡Tú dejaste Hala en su peor momento!... ¡Nos dejaste porque estabas cansado de perder!.

—¡Los dejé porque estaba cansado de matar a gente inocente! —el golpe de uno de mis ex compañeros me hizo caer al piso.

—¡Eres un traidor Frank Law!... ¡Una sucia rata traicionera!... Has podido esconderte por más de quince años, pero eso se terminó... Vas a pagar tu condena, y yo personalmente me encargaré de eso.

Mientras los demás empezaban a golpearme, y la muerte parecía mas y más cercana, solo podía pensar en Catelina... Mi amada Catelina... Seguramente ella nunca sabría de esto, ella pensaría que yo la abandoné sin más... Tal vez empezaría a odiarme con el tiempo, deseaba que así fuera, podía soportar su odio, prefería eso a su tristeza.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora