Maldita

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Lady Catelina

La mañana había sido poco favorecedora para nosotros.
Una gran feria de gitanos, se instaló en la plaza central de Bissnirá.

Cuando era una niña, un pequeño circo gitano llegó a Grethel; Han y yo, le rogamos a nuestra madre para que nos permitiese ir, después de convivir con el fantasma de la vida pasada de mi padre, nada podría habernos parecido curioso. Pero los viajeros, tenían una magia atrayente para cualquiera, sus vestimentas coloridas y brillosas, contrastaban con la elegancia fría y pseudo británica que inundaba la ciudad.
Sentí admiración por ellos, quería conocerlos de cerca, pero Lady Adélaïde no lo permitió.
Según ella, acudir donde esos "satanistas", era desafiar a Dios.

Así que, cuando Thomas llegó con la noticia de la feria recién instalada, no demoré mucho en alistar a Oliver y salir a recorrer el pintoresco lugar.

Habían mujeres semi desnudas, que caminaban con los grandes pechos al aire, entre la multitud.
Un enorme hombre de piel cetrina, que aseguraba ser descendiente del mismísimo Atahualpa, ofrecía espectáculos con agua y fuego, de alguna manera, daba la impresión de que él hacia que esos elementos, se moviesen a su antojo.
Una muchacha delgada y pequeña, de menos de un metro se estatura. Contorsionaba todo su cuerpo, de forma que quedaba metida en una diminuta caja, de las que se usan para los vestidos.

Muchas cosas más, mostraban los gitanos. Cada carpa tenía inventos más novedosas que los de sus vecinos, cada persona aseguraba tener un don sobrenatural, ninguno de ellos me inspiraba la confianza suficiente como para invertir dinero en falsos porvenires.

Luego de varias horas, ya estaba decidida a marcharme de ahí, hasta que una anciana de piel oscura, con el cabello trenzado sobre la cabeza, y los labios pintados de un brillante color rojo.
Sujetó mi muñeca con fuerza, alternó la vista entre Oliver y yo, su rostro cambio de preocupada a feliz, y luego una tristeza impoluta parecía haberla invadido.

—Por muchos años has buscado algo... A alguien. Un bebé —recitó— Lo tienes en tú vientre en este momento, el niño crece sano y fuerte...

Oír eso, aunque tal vez fueran solo patrañas, alegro mi alma de manera instantánea.

—Pero no te alegres aún, muchacha —su rostro se ensombreció con amargura— Él morirá esta noche, nunca podrás ver la sonrisa en los labios de ese niño. Nunca podrás ver el rostro de ninguno se tus hijos, si es que no calmas el sufriento de aquél padre —dice llevando la vista hacia Oliver— Él debe saber la verdad. Sólo cuando la hayas dicho, podrás engendrar un niño tuyo. Dios perdonará la ofensa que le hiciste a tú hermana, cuando tú hayas contado la verdad.

—¿La... La ofensa?.

—El niño aún seguía caliente, en su tumba, mientras tú yacías con su padre... Ese hombre te maldijo.

—¿Ese hombre... Frank?.

—No. El hombre que no es hombre, el alma en pena, el fantasma pasado, él encadenó tú alma en una maldición, te arrebató al hombre que amabas... Y al que aún amas.

Una punzada hiriente, se clavó en el lado derecho de mi abdomen.

—¿Nosotros volveremos a vernos algún día?.

—¡Oh!... Por supuesto que sí, muchacha, tú vida y la suya, siempre estarán atadas.

—No... No logró entenderlo —la punzada se hacía cada vez más dolorosa.

—El hombre de la cicatriz en el ojo, ya no es el hombre que amaste, pero al mismo tiempo, sigue siendolo.

—Lo que dice no tiene sentido —jadeo.

—No lo tiene ahora, pero lo tendrá... Tienes a dos hombres completamente enamorados de ti, y tú los amas por igual, alternarán tu vida, pero puedo decirte con cuál de ellos pasaras tus últimos días.

—No. No quiero que me diga eso.

Le doy unas monedas a la anciana, pensando que solo han sido fanfarronerías baratas.

—Una cosa más, muchacha —eleva la voz— Tú jamás volverás a Frogville.

Su afirmación hace que la sangre se me quede congelada, cuando vuelvo el rostro para preguntarle como sabía el nombre de mi anterior hogar, ella se ha  esfumado, como un fantasma.

El fuerte dolor en mi costado, baja hasta mi abdomen y nubla mi visión.
Oliver grita pidiendo ayuda, Heberz, un ayudante de Thomas en las oficinas centrales, se encontraba cerca al lugar. Él me sube a su transporte y me lleva de regreso a casa.

Thomas manda a llamar con urgencia al doctor Yerban.
La sangre que corre por mis piernas me trae a la memoria, la muerte de Emma.

El doctor aparece luego se algunos minutos.

—Me temo que está sufriendo un aborto, lady Hugh.

—E... Eso es imposible —digo en un hilo de voz— Yo no estaba embarazada.

—Tal vez no lo notó, y por eso tuvo descuidos, pero no hay duda que usted estaba embarazada. Deberé realizar una limpieza completa.

«Es la maldición de la que habló la anciana».

Por el rabillo del ojo, veo a Thomas recorrer el pasillo de un lado a otro, mordisqueandose las uñas, y con lágrimas rodeando su rostro.

—Necesito que traigan a Han —mis ojos comienzan a marearse y me siento más y mas débil— ¡Necesito decirle la verdad a mi hermano!.

Es lo último que alcanzo a pronunciar, antes de desvanecerme por completo.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora