No Hay Felicidad En Hearhome

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Lord Han

Deeana había arruinado mi vida, y yo habia arruinado la suya, éramos dos seres infelices, viviendo en una enorme casa vacía.

Ella no disimulaba su desprecio por mi, siempre me miraba de forma acusadora, sabía que nunca la había amado y que ni siquiera había hecho el intento de hacerlo.

Durante nuestro primer año de matrimonio, luego de mudarnos a Hearhome, para tener una vida más activa en Ripper; ella quedó embarazada, ambos estábamos medianamente felices por esa noticia, pero lo perdió, poco antes de cumplir los seis meses.

Mi esposa, no dejó que volviera a ponerle un dedo encima, sino hasta casi un año después.

Volvimos a tener una vida de pareja, las cosas parecían estar funcionando, por lo menos en la cama.

Ella volvió a quedar embarazada, pero de igual forma que el anterior, este embarazo también se perdió. Lo mismo se repitió dos veces más, hasta que el doctor Trejo, nos recomendó que viviéramos vidas separadas, pues seria muy riesgoso para Deeana tener una perdida más.

Ella me expulso de la habitación principal, me mudé a una del hala derecha, muy parecida a la que solía tener en Frogville, incluso tenía la misma vista hacia el corral.

Cada mañana, pensaba en Emma, preguntandome en que parte del mundo estaría, me intrigaba saber si aquel pequeño hijo mio había llegado a nacer.

Una noche, hace ya casi un año, tuve un sueño extraño, soñé con Oliver, el hijo de Catelina, el sueño no era nada sustancioso, solo estaba el niño, mirándome fijamente, parecía haber reproche en sus ojos, y aunque yo le preguntaba el porqué, él no respondía.

Aquél día, busqué un transporte a Bissnirá, no habia visitado a mi hermana desde que ella y su familia se mudaron para allá.

Sentí una angustia muy extraña a lo largo del camino.

Thomas Hugh se sorprendió mucho al verme en el recibidor, me hizo recordar a la vez que llegué a su casa en Ripper cuando Myrcella agonizaba.

—¡Han, es una sorpresa verte por aquí!.

—Si... Siendo mucho no haber venido a visitarlos antes, pero es un poco lejos de la ciudad.

—Si te entiendo, a mi me pasa también, cuándo debo ir a Ripper por negocios... ¿Deeana vino contigo?.

—No, ella se quedó en Hearhome, no es una persona que guste de hacer viajes largos.

—Siento mucho lo que les sucedió... Con sus bebés.

—Gracias —es lo único que atiné a decir.

En ese momento, la puerta que daba hacia el patio se abrió de improviso y un niño de unos ocho años entró a la casa, lleno de lodo y con un pollito en las manos.

—¡No pueden matar a este, papá! —dijo con el entrecejo fruncido.

—No matamos a los pollitos Oli, son muy pequeños.

—¡No!... No quiero que lo maten nunca, es mi mascota.

—Bien —sonrió —Dile a Hector que ese pollito es tu mascota y que no puede matarlo nunca.

—¿En serio?.

—Si, pero antes Oli... Ven aquí, él es tú tío Han, es hermano de tú madre.

El pequeño me miró recelando su pollito, su cabello oscuro y ojos brillantes, me hacían recordar mucho a alguien, tuve esa impresión cuando lo conocí, y seguía pensándolo ahora.

—¿Viniste a llevarte a mi pollo? —musitó.

No... Sólo vine a visitarlos.

—Bueno... Hola.

—Hola.

—Oli, ve a buscar a tú madre, dile que tu tío Han está aquí.

Oliver le obedeció de inmediato, dejó al animalito en el suelo y conforme se alejaba, volteo a verme varias veces, por si me acercaba a su mascota.

—Cada vez que nacen pollitos hace eso... Escoge a uno y lo convierte en su mascota.

—¿Luego los matan?.

—¡No, por supuesto que no, él no volvería a hablarme si lo hiciera!... Tiene casi cien pollos "mascota".

—No me imagino a Catelina conviviendo con aves —reí.

—¡Es un verdadero espectáculo!.

Catelina apareció después de varios minutos, aún en pijama, Thomas y yo, nos habíamos trasladado al salón de visitas, ella se lucía cansada, pero igual de joven que la última vez que la vi.

—¡Han!... Pensé que era una broma —dijo acercándose a mí, a darme un fuerte abrazo.

—Perdón por venir de pronto, es que tenia que salir de Ripper.

—¿Vas a quedarte aquí por un tiempo?.

—Me gustaría, pero solo si no fuera una molestia.

—¡Por supuesto, que no eres una molestia! —dijo Hugh.

—Puedes quedarte el tiempo que desees, hermano, estamos felices de tenerte aquí.

Permanecí en Bissnirá por casi dos meses, disfrutaba del extrañó clima del lugar, de las pláticas con Catelina que no había tenido nunca antes, habia estrechado mi amistad con Thomas, y lo que parecía más importante, me había ganado un poco del cariño de Oliver.

Una mañana lo encontré ojeando uno de los libros que tenia en mi maleta.

—¿Quieres leer ese? —le pregunté.

—¿De qué trata?.

—De un hombre que hace un muy largo viaje, sólo para volver a casa con su hijo y con la mujer que tanto amó.

—¿Y qué significa Odisea?.

—Justamente eso, un viaje lleno de incidentes, imprevistos y dificultades.

—¿Y por qué el hombre dejó a su hijo y a la mujer que amaba?.

—Porqué había ofendido a los dioses, y ellos lo castigaron alejándolo de sus seres amados por veinte años.

—¡No parece un buen libro!.

—Lo es... ¿Quieres leerlo?.

—Pero es tuyo.

—¡Te lo regaló!... Ahora que lo pienso, nunca te he dado un regalo, dejame darte ese y este —dije sacando La Ilíada —Debes leer los dos.

—¡Gracias! —tomó esos libros viejos como si fueran un tesoro, y sonrió.

La felicidad de Oliver, me llenó de una paz absoluta, por primera vez, me sentía bien conmigo mismo, y supe que no lo merecía.

Por la noche, dejé la casa de Thomas Hugh en silencio, como un ladrón, cuando regresé a Ripper, les envíe una misiva, disculpándome por mi comportamiento, y agradeciendo por su hospitalidad.

Retomé desde entonces, aquella vida aburrida y funesta, no volví a dejar Hearhome, no merecía ni siquiera este lugar.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora