Arrastrando Cadenas

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Gemerk

"Mi cabeza está hecha un caos,
desde hace algún tiempo,
empecé a mezclar recuerdos,
no quería olvidarte,
pero ahora dudo de tu existencia,
quisiera encontrar la manera,
de verte una vez más,
mi amor, crees en fantasmas,
¿Puedes también creer en mí?.
Ya no soy el mismo de  antes,
probablemente estoy muerto,
quisiera estarlo,
no quiero seguir pasando por esto".

—¡Oh, mierda Gemerk, eres todo un poeta! —Doré rotó el pedazo de papel hacia sus compañeros, ellos me miraban burlescos, y también sorprendidos.

—¿Qué quieren aquí? —pregunté con brusquedad.

¡Darte una muy buena noticia! —ironizó el Mayor.

¿"Buena noticia"?, después de todos estos años, la única buena noticia que podría recibir, sería que me otorgaron la pena de muerte.

—Vas a salir de aquí, mi amigo.

—¿No tienen nada mejor que hacer? —contesté, harto de ese tipo de bromas.

—No es una broma, Gemerk, vas a salir de aquí, me refiero a este... Agujero —dijo recorriendo la pequeña carceleta.

No hacia falta dar más de diez pasos, para haber explorado todo el perímetro de este lugar.
Por supuesto que yo no tenía ese privilegio.

Después de capturarme, me llevaron a algún sector de este cuartel, no tengo idea en donde sería, nunca pude apreciar el lugar con detenimiento.
D

oré y los otros, se encargaron de destruirme, acabaron con todo lo que era, me arrebataron todo lo que tenía, incluso había sido privado de mi nombre.
Habían días en los que ni siquiera lo recordaba, todo parecía tan remoto como un sueño lejano. ¿Aquél hombre, el jardinero, enamorado de la bella dama, existió, o sólo fue uno de los muchos delirios que inventé para mantener una pizca de cordura?.

Cuando Doré se harto de mí (varios años después de traerme), me encerró aquí, en esta pequeña jaula de acero, sin ventanas, sin visitas, sin compañeros, una enorme cadena colgaba de mi cuello y se sujetaba en mis muñecas. Nunca sabía si era de día o de noche, acá siempre estaba oscuro. Al principio traté de calcular los días que pasaban, pero perdí la cuenta después de los tres años.

—¿Sigues ahí Gemerk? —dijo, agitando una mano frente a mi rostro.

—¿Ya... Ya van a matarme?.

Mi pregunta los tomó a todos por sorpresa, ellos rieron jubilosamente y agitaron la cabeza en negación.

—Ya te lo dije, vas a salir de aquí, he estado pensando en ser una mejor persona, y Lord Hugh ya no me paga por tenerte encerrado como a un perro, así que no seria mala idea... Soltarte, no a la calle, por supuesto, pero si puedo sacarte de aquí, estarás en las celdas normales junto a los otros prisioneros.

Sin más, le dijo a uno de sus muchachos, que me quitara la cadena que unía mi cuello a la pared.

—¡Puedes salir!... Si estás preocupado por tu dotación de papel, no te preocupes, seguiré haciéndotelo llegar, a nosotros nos gusta leer tus estupideces.

Todo esto parecía ser una trampa, tenía que serlo, tal vez Hugh le pagó un Aeris a cada prisionero para que me apuñalasen en grupo.
¡Maldito Thomas Hugh!, Catelina confiaba en que él era una buena persona, sin embargo era gracia suya, que yo estuviera encerrado aquí.

Tuve que pagar un alto precio por esa información, pero debía saberlo, si mi captura hubiese sido sólo a causa de mi deserción, me habrían matado luego de un par de meses de tortura. La saña con la que me trataron era algo más, era placentera para ellos, motivada por una sola cosa, dinero. No me equivoqué al pensarlo, fue uno de los hombres de Doré quien me confirmó la terrible sospecha, y también me dio el nombre del verdugo entre las sombras.

—¡Ya vete Gemerk, o te juro que te meteré a un agujero más pequeño que este! —Doré estaba impacientándose, no era conveniente para mí hacerlo enfadar.

Mis piernas a penas y lograban sostener mi peso, tanto tiempo postrado había cobrado sus consecuencias.

"Tres dedos, media oreja, mi cordura y mi honor... Tres dedos, media oreja, mi cordura y mi honor..."

Había perdido eso y más, era una nada sin valor, ni siquiera costaba el trabajo de asesinarme. Y tampoco me daban el lujo de poder acabar con mi miseria, yo mismo. Doré se aseguró muy bien de eso.

Los pasillos del cuartel, eran igual de oscuros que mi jaula, unas cuantas antorchas iluminaban mi camino hasta el área compartida.
Los rostros hostiles se clavaron en mi, no conocía a ninguno de esos hombres, pero ya podía sentir su odio, me odiaban, y yo a ellos, porque en este extremo de la vida, solo el odio es capaz de sostenernos, así sea infundiendo, solo podemos sobrevivir soñando con poder vengarnos algún día.

A lo largo del sector, habían varias celdas, repartidas a modo de cuevas.
En el centro, algunas mesas destartaladas, llenas de platos de madera y roedores al rededor, recogiendo los últimos vestigios de comida que pudieran encontrar.
Habían hombres apilados junto a las columnas... Durmiendo, o muertos, quién sabe.

—¿Así que tú eres Gemerk? —preguntó uno de los oficiales que resguardaban el lugar.

El tipo me miraba con cierta angustia, algo en él se me hacía familiar. Tal vez era uno de los muchos torturadores, que acompañaron a Doré durante sus viejas visitas.

¿Quién eres tú?.

—¿Por qué te dicen Gemerk, ese es tú nombre? —dijo, ignorando mi pregunta.

—Es mi nombre.

—Me refiero, a si ese es tú nombre de nacimiento —susurró.

Recordé entonces, la vez que fui "rebautizado", el día que Doré mató al hombre que solía ser, e hizo nacer a "Gemerk", el inservible.
Aun tenía fuerzas en ese tiempo, y estúpidamente quise defenderme, llegué a golpear al Mayor, esa ofensa lo sulfuró, sus hombres me sujetaron con fuerza mientras él calentaba el fierrecillo en la chimenea.

—Eres solo una vaca más, en este lugar... Las vacas deben estar marcadas o se confunden con otras vacas, quiero que todo el mundo sepa que tú eres mi vaca —dijo sacando el metal, del fuego —¡Por eso debes estar marcado!.

Apretó el hierro valiente contra mi ojo izquierdo.

—¡Ahora eres parte de mi ganado!... Estás marcado... ¿Marcado?... ¡Gemerk!, es un buen nombre para ti, es redundante, pero significa "marcado" en una lengua africana... Ya no eres Frank Law... Ese hombre está muerto.

Aún mantengo su sonrisa, plasmada en mi cabeza y en ese ojo que no logro cegar.

—¡Vamos hombre, me van a llamar la atención si me ven hablando contigo!... Solo dime... ¿Eres Frank Law?.

—¿Quién eres tú? —volví a preguntar.

—Soy Rickard Skeltor... Te vi en Frogville algunas veces... Era amigo de Silóe.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora