La Oportunidad

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Rickard Skeltor

Para evitar problemas, esta vez, Silóe y yo habíamos decidido encontrarnos cerca a la plaza artesanal en Grethel. Silóe, Silóe, ella me había pedido que la llamara de esa forma, decía que el título de "Lady", le resultaba fastidioso, era una ironía, pues la única razón por la que seguía cerca a ella era para obtener mi titulo de "Lord", o por lo menos, eso era de lo que trataba de convencerme cada día.

Silóe tenia ese encanto especial que muy pocas personas en mi vida han tenido, era inteligente y amable, su voz podía pasar de ser melodiosa y cálida a ser estricta y fuerte en un minuto, sabía más que yo de lecturas viejas, de leyendas de terror, de mitos antiguos sobre la isla, sabia más que yo de todo en lo que yo aseguraba ser un experto.

Su mirada siempre era tranquilizante, desde el comienzo, nunca fue de desprecio ni lastima por saberme bastardo, tampoco tenía compasión en recordarme eso cada vez que hablaba conmigo, pero no lo hacía de una mala manera, lo hacia porque quería dejarme claro, que a ella le daba igual mi origen, no le importaba quién fue mi padre, o quien fue mi madre, a ella solo le importaba quien era yo, y era una lástima, porque no me conocía realmente.

—¡Skeltor! —dijo con una enorme sonrisa —¿Te hice esperar mucho?.

—En realidad sí... Estaba a punto de irme, además ya te dije que no me llamaras "Skeltor", tú insististe en ser sólo Silóe, entonces yo quiero ser sólo Rickard.

—Pero Rickard suena tan aburrido... Skeltor te da un poco más de "misterio" —sonrió.

Skeltor era un apellido que había odiado toda mi vida, mi padre "real", al enterarse que la sirvienta, mi madre, tendría a su bastardo, le pidió al capataz de su hacienda que se casara con ella y que reconociera al niño como suyo. Gregoriano Skeltor así lo hizo, y me despreció desde el momento de mi nacimiento, el gran Lord Breham fue muy generoso con el hijo de sus empleados, permitió que se me dieran clases privadas en las que me enseñaron a leer, escribir, a tocar el piano y el flautín, pagó un par de viajes al extranjero, pero en cuanto su hijo mayor, Rodrick, le dijo que me botara a la calle, él lo hizo, aunque no exactamente así, en lugar de simplemente tirarme como un mendigo a las calles de Ripper, él me envió aquí, a Grethel y se olvidó de mi existencia.

Por alguna razón, todo el odio que le tenia a ese apellido, había desaparecido en los últimos meses.

—¿Por qué te pusiste tan serio de pronto?, si de verdad te molesta que te llame Skeltor puedo decirte Rickard —dijo preocupada.

—Puedes llamarme como quieras... En fin, ¿Qué vamos a hacer hoy?.

—Quiero ir a tu casa.

Su respuesta me tomó por sorpresa, era una locura llevarla a esa pocilga.

—No es una buena idea... Él lugar es un asco y además la gente pensaría mal si te viera por ahí.

—Nunca me ha preocupado lo que la gente piense, solo quiero conocer tu casa... Tú has estado ya en Frogville, tal vez algún día incluso vayamos a Hearhome, pero por ahora quiero conocer en donde vives.

—No es para nada comparable con Frogville o Hearhome.

—¡No te hagas de rogar Skeltor!.

Sabia la pésima idea que era, sin embargo, ella insistió e insistió hasta que acepte llevarla a la pensión de la Señorita Luden.
Era un apartamento pequeño, con solo cuatro habitaciones: la sala, la cocina, el baño y mi dormitorio, tenia la madera mohosa y algunas telarañas cubrían varias esquinas. Silóe miró asombrada cada rincón, recorrió la sala, la cocina, el baño, incluso entró a mi habitación, era como si estuviera descubriendo un mundo nuevo, verla asombrarse por cada detalle asqueroso era todo un espectáculo.

—¡Es muy acogedor! —no parecía estar siendo sarcástica.

—Acogedor, sería la última palabra que usaría para describir este lugar.

—Pues a mi me gusta... Preferiría vivir en un lugar de estos que en Frogville.

No podía estar hablando en serio.

—Si vivieras en este lugar opinarías lo contrario.

—Lo dudo... Sería feliz aquí, solo necesitaría esto —dijo acercándose al librero, la mayoría de los libros ahí, me los había robado de la biblioteca.

—Creo que es mejor que nos vayamos ya... Si alguien te ve salir de aquí más tarde, podría pensar mal.

Ella se acerco a mí en dos pasos largos y me miró fijamente.

—Quiero vivir aquí Skeltor... En este lugar, contigo.

¿Qué?... ¡Estaba totalmente loca!.

—No puedo... ¡Tú no puedes!.

—Sé que te gusto, y tú me gustas a mí... ¿Por qué no podríamos?, seríamos felices aquí, no necesitamos una casa enorme o fortuna, o apellidos.

—Pero...

Ella no me dio oportunidad de hablar, me abrazo con fuerza y acerco sus labios a los mios... Era un beso exquisito, era la oportunidad que había buscado, baje lentamente de sus labios hasta su cuello y ella se estremecía a mi contacto.

—¡Hazlo ahora Skeltor! —suspiró.

Baje mis manos, lentamente, recorriendo todo el camino de su espalda, luego volví a sus labios, había querido besarla hace tanto tiempo, había querido hacerla mía desde el principio, se supone que en eso consistía el plan... Pero era ese mismo plan el que no me permitía seguir.

—No puedo hacerte esto, Silóe —me alejé bruscamente.

—¡Pero yo quiero que lo hagas! —insistió.

—No... No querrías si supieras toda la historia... A penas me conoces.

—¡Te conozco lo suficiente como para querer estar contigo!.

—¡No!... No me conoces, y me vas a odiar cuando sepas toda la verdad, pero ahora debes irte.

Salí hasta la puerta de la pensión, y cuando vi que la calle estaba vacía le indiqué que saliera y que volviera a casa.

—¿Voy a volver a verte? —dijo con ojos vidriosos.

—Si... Y entonces te lo explicaré todo, sé que me vas a odiar después de eso... Pero tengo que hacerlo.

—Yo no te voy a odiar.

—Si... Lo harás, ahora vete.

Camino unos pasos y luego volvió la vista hacia mí.

—No te voy a odiar Skeltor... Te dije que me gustabas, pero no es solo eso... ¡Estoy enamorada de ti, y más te vale corresponderme!.

Se escabulló rápidamente entre las viejas calles, como un liebre en campo libre.
Por supuesto Silóe, yo también estaba enamorado de ti.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora