Un Largo Camino

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Lord Hugh
9 años después.

El fresco sol de abril, se colaba a través de las cortinas oscuras.
Un vientecillo frío, hacia de este amanecer un lunes perfecto.

El pequeño Oliver (qué ya no era tan pequeño), se metió a la habitación sin permiso, cosa nada rara en él.

Catelina se levantó sobresaltada, pero se echó a reír, en cuanto nuestro hijo se acostó a su lado.

—¡Tienes que dejar de entrar sin permiso, Oli! —dijo divertida —¡Y tú tienes que empezar a ponerle seguro a la puerta! —me miró con reproche fingido.

—¡Oli es un genio!... Sabe abrir la puerta, aún cuando la dejó con seguro.

—Es fácil si tengo las llaves —río el pequeño.

—¡Y yo pensando que eras genial! —bromeé.

—¡No le hagas caso, tú eres genial!... Sólo que tú padre, no soporta que alguien le gane —estaba retandome, eran nuestros duelos usuales para saber quién perdería la paciencia más rápido.

A ti tampoco te va bien con la derrota, cariño.

—¡Es que nunca pierdo! —río.

Oliver nos miró con recelo, y luego salió despacio de la habitación.

—¡Le encanta ser el centro de atención! —dijo Catelina.

—Hemos criado mal a ese niño —fingí lamentarme.

—Somos padres terribles...

—Los peores...

—Tenemos que ponerle limites...

—¿Tres días sin salir al patio?.

—Él estaría feliz... ¡Le encantan los libros como a su...! —se detuvo en seco y apoyó su cabeza en mi hombro —¿Crees qué lo hicimos estuvo bien?... Mudarnos a Bissnirá, sin decirle nada a nadie... No decirle a Han, que Oli era hijo suyo.

—Aún podríamos decírselo —tomé su rostro entre mis manos y le di un beso en la frente.

—Él se lo llevaría —sollozó.

Es una desgracia que Deeana no haya podido tener hijos...

Catelina me miró dolida y se apartó de mí.

—No lo dije por nosotros, mi amor... ¡Nosotros tenemos a Oli, y estamos bien así!.

—No puedes negar que te gustaría tener un hijo propio.

—Me gustaría tener un hijo contigo... Nada en este mundo me haría más feliz, pero esperemos la voluntad de Dios.

Ella sonrió con desgano y se acercó a besarme.

—Nunca me voy a cansar de decirte, que eres de las mejores cosas, que me han pasado en la vida —susurró.

Lejos había quedado aquel día oscuro en Grethel, hace ya varios años atrás, el día que Catelina guardo todos sus sueños en una maleta y salió airosa a reunirse con su amado Frank Law, pensando que empezarían una nueva vida, que serían inmensamente felices en algún lugar.

Pero todo eso de destruyó cuando él la dejó esperando en aquél camino.

Al día siguiente Catelina apareció en la puerta de la posada en la que yo me quedaba, tenía el rostro cubierto de lágrimas y el cabello con suciedad del camino, me dijo que no volvería a Frogville nunca más, sólo quería que le prestara la bañera para que pudiera asearse.

Solo fue por un baño, pero yo no podía dejar que ella se fuera a vagar sola por el mundo, no en ese estado, le ofrecí reposo por algunos días, no en Grethel, sino en Requiescam.

Su tristeza se fue disolviendo conforme pasaban los días, poco a poco empezó a sonreír nuevamente, motivada por algún mohín de Oli, o por algún chisme del ama de llaves.

Su estadía en Ripper se fue alargando.

Por las noches conversábamos, sobre tonterías citadinas, y sobre algún extraño tipo de araña, nuestros temas de conversación variaron tanto que un día llegamos al más difícil de compartir: "el amor".

Sin darme cuenta, ya habían pasado tres años para ese entonces.
Años en los que no habíamos compartido ni la cama, ni la habitación, habíamos pasado ese tiempo en un retiro mutuo, conociéndonos a profundidad y también de forma superficial.

Aquél "no amor" que sentía hacia ella, cuando nos casamos, había mutado en su terrible parte contraria.

Yo aún le temía a la sombra de Frank Law, ese recuerdo no dejaba que abriera mi corazón, por eso fue ella, quien dio el primer paso.

Y así, se coló una noche en mi habitación, se sentó a mi lado en la enorme cama y me preguntó si sentía "amor" por alguien.

—¿Qué tipo de amor? —pregunté.

—Ese amor romántico que te alborota el estómago y te hace madrugar.

—No... No siento ese tipo de amor.

—¿Entonces que tipo de amor sientes?.

—El tipo de amor, por el que eres capaz de tomar tres tazas de chocolate caliente, a mitad de una soleada mañana de verano, solo porque a la persona que tienes a tú lado, le fascina hacerlo.

—Eso suena sacrificado...

—Lo es, pero lo vale... Sólo por ciertas personas.

—¿Soy una de esas personas?.

—Siempre lo has sido —sonreíEres el tipo de persona, por la que aguantaría tres horas de plática sobre el nuevo peinado de Lady Zhei.

Ella empezó a reírse recordando esa conversación.

Cuando se calmó, puso una mano en mi mejilla y dijo:

—Tú eres el tipo de persona, por la que escucharía seis horas enteras de proyectos sobre acueductos.

Me acerqué a ella, con calma, temiendo haber malinterpretado sus palabras.

Nuevamente fue Catelina quien tomó la iniciativa, me besó, después de todos esos años alejados, pero este no fue uno de esos besos cordiales que me daba al despedirme antes de ir a alguna reunión cuando recién nos casamos, este era un beso real, deseado por ambos, era un beso de amor.

Desde aquella noche, no volvimos a dormir en camas separadas, empezamos a pasar mucho (tal vez demasiado) tiempo encerrados en la habitación, recuperando ese tiempo perdido, conociéndonos de nuevas maneras, habíamos encontrado una manera de ser felices, a pesar de las circunstancias.

Pero yo aún pensaba en el posible regreso de Law.

Así que una madrugada, en la que Catelina aún yacía desnuda a mi lado, me atreví a preguntarle sobre eso.

—Lo que sentí por Frank Law era diferente a esto —respondió —Sólo un amor de chiquilla, que terminó como tenía que terminar, con un corazón roto y lágrimas imparables... Amé a Frank, y tal vez aún lo ame de alguna manera, pero es como una fantasía muy lejana, así volviera, nunca podría volver a planear un futuro con él... No por lo que me hizo, sino porque entendí que no nacimos para estar juntos... Yo nací para estar contigo —cabeceó —Debí darme cuenta antes, que siempre estuvo escrito así...

Un mes más tarde decidimos mudarnos lejos de Ripper, Grethel y Frogville.

Conseguí una gran casa en Bissnirá, una hacienda de veinte hectáreas, con tierras para ganado y una pequeña laguna cercana, la playa quedaba solo a un par de horas de nuestra casa, íbamos seguido, a Oliver le encantaba la arena, y el mar.

Aunque Catelina y yo habíamos tenido dificultades para concebir un hijo, estábamos viviendo nuestro mejor momento.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora