Gemerk

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Lady Catelina

La última noche que pasé en aquel hospital de Palazzo, tuve un sueño muy extraño. Veía a la vieja gitana que semanas antes había vaticinado mi pérdida, ella estaba vestida igual que ese día, su cabello seguía trenzado y sus labios de un tono aún más rojo.
Pensé que solo permanecería ahí en silencio, pero de pronto ella empezó a recitar palabras en idiomas extranjeros, cerró los ojos mientras parecía orar y luego los abrió de golpe. Pude sentir su retina clavada en la mía.

—El hombre que no es hombre, el alma en pena, el fantasma pasado... Tú padre, el día de su partida, tu maldición se romperá y otro niño volverá a crecer en tú vientre.

No quería seguir oyéndola, traté de despertar, pero estaba atrapada con ella en esa nada.

—Falta muy poco para el retorno del marcado —continuó— Pronto, pronto, tendrás que elegir entre los dos. Esa decisión ya fue tomada, el destino ya ha elegido a la persona con la que pasarás los últimos años de tú vida. ¿Quieres qué te dé la respuesta?.

—¡No! —grité, ella ya había preguntado eso cuando la vi antes y respondí lo mismo.

—Puedes decir la verdad ahora, Catelina. Sé que quieres saber esa respuesta, y yo te la daré

—Por favor... —supliqué— ¡Sólo callate!.

—Tú vida siempre estará partida en dos, son dos riachuelos que desembocan en el mismo mar. Uno de ellos es más corto que el otro, uno de tus amores tendrá que viajar al pasado para volver a la vida. El otro en cambio seguirá el camino recto, y no olvidará sus principios. Tendrás lo mejor de cada uno de ellos, incluso los genes. Pero para la decisión final, sólo quedara uno, porque el otro ya se habrá ido de este mundo. Aquellos ojos fijos te observaran, y tú podrás cerrar esa cicatriz.

—¿A qué se refiere con eso?.

La anciana sonrió con suspicacia.

—Ese reencuentro del que te hablé, está muy cerca, él ya no es la misma persona.

—¿Estás hablando de Law? —pero a penas lo mencioné, ella negó con la cabeza.

—No. A él nunca vas a volver a verlo.

Desperté por la mañana empapada en sudor. No podía sacarme de la cabeza cada palabra dicha por esa mujer. Thomas y Oliver estaban esperándome desde la madrugada, me sorprendí de ver al pequeño aún con nosotros, suponía que Han se lo llevaría en cuánto supiera que era hijo suyo.

Cuando volvimos a Bissnirá, Thomas me explicó todo lo sucedido con mi hermano, y como decidió dejar a Oliver a nuestro cuidado. Se lo agradecí en el alma, pues no soportaría perderlo ahora.

Poco a poco fui retomando mis labores en la casa, la idea de permanecer inútil, se me hacía por demás insoportable.

Mi esposo intentaba ser más atento y cordial que de costumbre, al principio estaba bien, pero llegó a un punto de hacerme sentir hostigada. Sentí un poco de culpa por la satisfacción que me dio saber que él debía viajar a Ripper por tres semanas.

Quiso llevar a Oli como compañero, dijo que tal vez pasarían por Hearhome a visitar a Han. No puse objeción, era lo mínimo que podía hacer por mi hermano después de que permitiera que nosotros nos quedáramos con su niño.

Esos días también servirían como unas vacaciones cortas para la mayor parte de la servidumbre, sólo Rosa, una de las mucamas y Iris, la cocinera, se quedaron en casa.

La soledad fue peor que la abrumadora atención de Thomas, una tarde de domingo, decidí ir a misa después de muchísimo tiempo. Ese ambiente me haría bien.

El sermón hablaba sobre el adulterio y sus terribles consecuencias.
Me sentí especialmente tocada con ese tema, recordé nuevamente las palabras de la gitana: “el cuerpo del niño seguía caliente, mientras tú yacías con su padre”.

Tal vez Dios jamás me perdonaría por eso, ni siquiera yo misma lo haría.

Después de la misa, tomé el camino largo hacia la casa. No era un lugar en el que quería estar por ahora, tal vez hubiese sido mejor si iba a Ripper con Thomas y Oli.

Mientras cruzaba uno de los callejones más viejo, empecé a oír pasos detrás de mí, primero pensé que era solo obra de mi imaginación, pero en cuanto iba por el malecón y los pasos seguían ahí, supe que de verdad había alguien siguiéndome.

Ninguna persona se asomaba al rededor, no había nadie cerca a quien pedirle auxilió, una terrible sensación de angustia agitó mi pecho hasta casi dejarme sin respiración.

Traté de correr, pero los nervios me tenían controlada, tal vez moriría en ese instante y no haría nada para evitarlo.

Los pasos que me seguían, se aceleraron sobre los míos. Un muchacho delgado y de baja estatura se apareció frente a mí con las cejas enmarcadas.

—¿Usted es Lady Hugh no es así? —preguntó, yo negué repetidas veces con la cabeza— ¡Estoy seguro que es usted!, no se asuste mi lady, no quiero robarle, pero alguien me pidió que la encontrará.

—¿A-Alguien?.

—El señor Gemerk, él la está buscando desde hace un tiempo.

—¡N-No conozco a ningún señor Gemerk! —tartumudeé.

—¿De verdad no lo conoce? —parecía sincero al  hablar— ¡Caramba!, el tipo me tomó el pelo, me hizo buscarla por nada.

—¿Qué tipo? —si era una cuestión de dinero, tal vez podría pagarle de más y salvaría mi vida.

—¡Gemerk!, es un hombre más o menos alto, de unos treinta y tantos o cuarenta años, creo que tiene los ojos verdes... No he visto su cabello porque siempre lleva ese estúpido sombrero de copa, pero... ¡Ah, claro!, tiene una cicatriz en el ojo, que va de acá a acá —dijo señalando la longitud en su delgado rostro.

¿Cicatriz?. «El hombre de la cicatriz en el ojo, ya no es el hombre que amaste...».

—¿Frank? —pensé en voz alta.

—¡Ajá!, así se llama. ¡Ve que sí conocía a Gemerk!, bueno mi lady, entonces: ¿va a venir conmigo o no?.

—No —susurré.

—Entonces yo seguiré buscándote —respondió, pero ya no era el muchacho quien estaba hablando.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora