El Pequeño Oliver

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Lord Han

Thomas me recibe con el rostro apagado, no esperaba menos después de la terrible desgracia por la que ha pasado.

—Me alegra que vinieras —dice casi en un susurro.

—No te preocupes, después de recibir tú carta, arregle todo en Ripper para poder venir, siento mucho todo lo sucedido.

Él asiente apenado, y avanza hasta el sillón de su escritorio.

—Iré al grano... Esto no es nada fácil para mí, pero Catelina pidió que te mandarán a llamar, poco antes de...

Hugh desvía la mirada hacia el extremo de la habitación, exhala varias veces, hasta que decide continuar la angustiosa plática.

Debe ser muy duro para él, haberse quedado solo con su hijo, en esta casa tan grande.

—Ella quería decírtelo en persona, pero... Pero no va a ser posible por ahora —noto un ligero temblor en su voz, que poco a poco se extiende hasta sus manos.

—Thomas, creo que este no es un buen momento, he dejado todo arreglado en Ripper, puedo esperar aquí hasta que Catelina vuelva de Palazzo.

—¡No!... Es mejor que te lo diga yo, ella está sufriendo mucho ahora, el médico dijo que debe permanecer calmada cuando vuelva de la clínica.

Hace casi un mes, recibí una carta de mi cuñado, en ella me decía que necesitaba verme con urgencia, pero que sería imposible para él visitarme en Ripper. En ella, también, me contó a grandes rasgos lo sucedido con mi hermana: la pérdida de su bebé, y el estado tan grávido en el que quedó. La única forma de salvarle la vida, fue trasladándola al hospital La Colmena, en las montañas de Palazzo.

—Bueno... Entonces empieza, no necesitas contarme todo ahora si-

—Antes que nada, debo pedirte perdón.

—¿Perdón?.

—El... El tema... La persona de la que debemos hablar, es de Oliver.

¿Oliver?.

¿Qué podría haber pasado con el niño para crear tal angustia en Hugh?.

—No lo entiendo... ¿El niño está bien?.

—Si, él esta bien. Pero todo alrededor suyo, es una mentira —se aclara la garganta y continúa— Cuándo yo aún vivía en Grethel, mucho antes de casarme con Catelina, yo le hice una promesa, le dije que le haría cualquier favor... Él que ella quisiera, le dije que siempre estaría a disposición suya.

—Thomas yo...

—Por favor, permiteme terminar, creo que si no lo hago ahora, no podre hacerlo nunca —asiento un poco tenso, y él continúa hablando— El favor que me pidió Catelina, fue cuidar de Emma Crispy.

"Emma Crispy". Tantos años han pasado sin oír ese nombre, no siquiera yo mismo, era capaz de pronunciarlo en voz alta. Tan sólo el oír su nombre, quebró algo en mí, todo alrededor parecía desenfocado, lo sensato hubiese sido cortar esa conversación, pero ahora quería seguir oyéndola, solo para oír nuevamente su nombre.

—Emma estaba embarazada cuando llegó a mi casa.

—¿E-Ella se fue... El bebé...?.

Y fue entonces que todo encajó a la perfección.

Debí saber que Catelina nunca correría el riesgo de poner en boca de todos, su bien pulido nombre.
Ella jamas se habría casado embarazada, no se hubiese arriesgado a entregar su cuerpo antes del matrimonio. No por una cuestión de alta moralidad, sino por temor al "qué dirán".

—¿Oliver es mi hijo? —pero no necesitaba que él lo confirmase para saberlo, de alguna manera, siempre lo supe, desde la primera vez que lo vi, cuando era solamente un bebé, aquellos ojos extraños que me recordaban tanto a alguien. Eran los ojos de mi Emma—. ¿Dónde está ella, dónde esta Emma?.

—Nosotros... Estuvimos con ella hasta el final, Catelina estuvo con ella hasta el final, pero no soportó el parto. Emma murió —suelta con voz quebradiza. —Debimos decírtelo antes, pero nos encariñamos con él, además tú...

—¡No digas nada más! —es más una suplica, que una orden—. ¡No quiero oír nada más!.

—Han —masculla calmado—. Ahora que sabes que es hijo tuyo, puedes llevarte a Oli. Nos va a doler en el alma pero...-

Le hago una seña con la mano, para que guarde silencio.
No quiero oír nada más, mi mente ha dejado de procesar lo que sucede. Solo pienso en ella, me pregunto si pensaría en mí antes de morir.
¿Por qué tuvo que morir ella, si era yo quién merecía un destino así?.

Las injusticias de este mundo, jamás dejaran de sorprenderme.
Maldigo a Eustace, por su lengua venenosa, y maldigo mis oídos, por haberle tomado atención.

Le he quitado la felicidad a tanta gente, que no merezco piedad alguna.
Sin duda, no merezco a ese niño, ese niño no merece a un padre como yo, tampoco tener a Deeana como figura materna.

De recibirlo como hijo, solo le traería desdichas.

Hugh aún me observa apenado (y tal vez aterrado también).

—No puedo criar a Oliver. Él debe quedarse con ustedes, es feliz aquí, nunca lo seria a mi lado.

—Pero... ¡Él debe saber que tú eres su padre!.

—No. Tú eres, y siempre serás su padre.

La dura coraza del marido de Catelina, de quiebra como la cascara de un huevo de gallina, apoya los codos en el escritorio, y empieza a llorar con sigilo, esta vez, no lo hace con dolor, sino con emoción y alegría.

Estiro un brazo hasta su hombro, y lo aprieto como una forma de confortarlo, le debo mucho a este hombre. Y también a mi prejuiciosa hermana.

Mi visita se acorta más de lo planeado, trato de pasar el mayor tiempo posible con mi hijo, y conforme este pasa, me voy dando cuenta de lo difícil que será dejarlo atrás.

Un hombre vale por su palabra, y yo le di a Thomas Hugh, mi palabra de no reclamar al niño como mío, pero tal vez esa sea otra de las promesas que no seré capaz de cumplir.

Los Fantasmas De Frogville © | CompletaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora