Capítulo 5

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Sus ojos. ¿Cuántas veces no me perdí inevitablemente en ellos?

Con ese color tan oscuro y profundo que, cada vez que me veían se iluminaban de una forma indescriptible, esos hoyuelos en sus mejillas que eran tan característicos de él. Podría mirarlo por horas y sentir aun así que no lo he contemplado suficiente, sentir que cada una de sus expresiones van dirigidas únicamente a mí.

Amo el hecho de que no sea como el resto, que no tenga que ser necesariamente el chico fortachón y que se crea extremadamente guapo, como he estado acostumbrada a ver en toda mi vida en la secundaria. Amo simplemente que se trate de él y no de alguien más, adoro las caricias que no está dispuesto a negarme. Sé que por nada del mundo me privaría de un beso, un abrazo, o su simple compañía. Por esa y muchas otras razones lo escogí, por encima de cualquier otra persona en el mundo. Decidí que él sería el único con el que compartiría mis penas y mis alegrías.

—¿Alguna vez te sentiste vacía? —Me pregunta atrayéndome hacia él, dándome un cálido abrazo que debería ser eterno.

Medité por un momento. Cada vez que él está conmigo las cosas que me han hecho sentir mal se borran y no hay tristeza o vacío que pueda recordar, no en su presencia. Pero sí que lo he sentido, aunque no lo recuerde, sé que lo sentí en algún momento de mi vida, momentos en los que él no estaba conmigo.

Seguramente supo cuál sería mi respuesta, así que solo sonrió para mí indicándome que lo había comprendido. Así como siempre comprendía lo que yo sentía. Sin excepción alguna él entendería siempre el porqué de hasta la más descabellada de mis ideas.

Entrelacé nuestros dedos como me era costumbre y levanté la mirada hacia esos bellos ojos oscuros, que tampoco se apartaron de mí.

—¿Tú te has sentido vacío? —Pregunté.

En sus labios se formó una sonrisa triste y apretó mi mano con fuerza. No esperaba algo como eso, mi respuesta incluso él la vio venir, pero yo no a la suya. Eso me asustó.

—No sabes lo vacío que me siento ahora. —Respondió con la voz entrecortada.

Mi corazón se hundió en mi pecho, el aire se hizo pesado haciendo que se me dificultara la respiración. De un momento a otro sentí sus cálidos y dulces labios contra los míos, robándome ese último aliento. Sus ojos se llenaron de lágrimas al igual que los míos.

—¿Acaso no nos tenemos el uno al otro? —Cuestioné confundida una vez que nos separamos.

Mis manos alcanzaron sus mejillas.

—No Alex, nos hemos perdido... —Su voz se quebró. —Ahora estamos solos.

Entonces recordé cómo se sentía estar completamente vacío, como se sentía la soledad, como dolía no poder volver el tiempo atrás. Lo besé como no lo había hecho antes, acerqué su cuerpo al mío lo más humanamente posible. No quería olvidar ese sentimiento que me provocaba su cercanía, no quería olvidarlo a él.

Pero después de un momento sentía que él se iba desvaneciendo de entre mis brazos, hasta que solo quedó un vacío gran dentro de mi corazón, sentí frío y dolor. Mi visión se despejó y gotas gruesas de lluvia me empaparon entera. Busqué por todos lados al único que podría calmar ese sufrimiento que llevaba dentro, miré detrás de mí y lo encontré ahí, tan lejos de mí, con la misma ropa que aquella última vez, sus ojos sin ese brillo característico, sus labios resecos y partidos.

—No me dejes ir. —Habló extendiendo su mano en mi dirección.

Sin dudar corrí hacia él. Llovía muy fuerte, así como aquel triste día. Casi pude tocarlo, nuestras manos por poco se unieron, pero se dejó ir. La gravedad hizo lo suyo apartándolo de mí.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora