Capítulo 49

953 127 17
                                    

Temía que un día las cosas simplemente dejaran de funcionar, que nuestras vidas perdieran su sentido original para ser sustituido con otro, o que peor aún, fuéramos personas sin tener al menos un rumbo fijo. A veces dolía ver cómo todos actuaban como si aquello que pasara a su alrededor no tuviera real importancia, cuando sí la tenía. Me convertí en una persona mucho más observadora, analítica. Llegué a la dolorosa conclusión de que, todos estaban pasando por lo mismo que Miles. Todos seguían siendo agredidos de algún modo.

Como un día en el que Bianca se fue sola al baño y regresó con el ánimo por los suelos, sabía que algo le había ocurrido. Pero no quería decirlo, absolutamente nadie quería decirlo. Y lloré, apreté tanto los puños que mis uñas se clavaron en mis manos, grité contra mi almohada y destruí con ganas cada nota que Isaac me enviaba. Estaba llena de rabia, llena de rencor. Ya ni siquiera podía distraerme por completo con Miles, porque sabía que él también estaba fingiendo, sabía que, hace mucho que sus sonrisas no eran auténticas. Y tenía miedo de que perdiera su chispa, que nosotros perdiéramos eso que nos mantenía apoyados el uno sobre el otro.

Aunque, debo reconocer que aquello que más detestaba, era que todo el odio recayera sobre ellos, todas las mofas y los golpes. No tenían la culpa de absolutamente nada, ellos no hicieron más que acompañarme y apoyarme cuando decidí alejarme de todo lo que me hacía daño. ¿Por qué a ellos?

Ahora veo a Melanie sufrir por unos apuntes que debe presentar, me tomé el tiempo suficiente para evaluar sus ojos, aparentemente felices y despreocupados, pero que querían derramar lágrimas hasta quedarse sin ellas. Ella derramó café sobre sus apuntes, o eso es lo que quiso hacerme creer. En todo el día no la vi sosteniendo un recipiente con café y ahora piensa que puede engañarme. Si tan solo supiera que ya deduje absolutamente todo, que evalué el rostro de Lena y las demás porristas al pasar cerca de nuestra mesa. La miraban como si se estuvieran burlando de ella.

¿Es en serio Melanie? ¿Café? Ni siquiera te gusta el café...

Eso me habría gustado decirle, pero no podía, ni siquiera tenía el valor de romper esa burbuja y acabar con esa mentira que incluso ella quería creer. Se veía muy decidida en su afán de no demostrar nada en absoluto. Y eso sucedía con todos, me estremecía cuando veía esos gestos para nada auténticos y escuchaba esas conversaciones sin sentido alguno, palabras lanzadas al aire que no hacían más que acabar con el silencio.

A quien no le gustaría ser lo suficientemente fuerte como para saber cómo actuar en estos casos, quién no desearía tener esa idea que libraría a todos de su tormento. Pero no tenía nada en absoluto, no podía acudir a las autoridades de aquella inservible institución, que prefieren ver a un bully ganando un partido de fútbol antes que recibiendo un castigo que merece.

Tampoco podía denunciar a Isaac por acoso. ¿Qué pruebas tenía? Ninguna de sus notas estaba escrita con su asquerosa caligrafía, ni siquiera escribía su nombre, algo que lo identificara. Era listo, muy listo. Y lo que es todavía peor, después de tantos años de estar en una relación con él, ahora vengo a darme cuenta del mentiroso por excelencia que resultó ser.

Los recesos en grupo ya no eran iguales, todos se notaban desanimados, todos comían con desgano. Y lo peor es que ni siquiera se molestaban en hablar de aquello que les causaba tal pena, aunque para ser sincera no era realmente necesario, yo sabía perfectamente cuál era el problema. Pero por desgracia, me terminé sumando a ese sepulcral grupo que se había echado a morir, solo masticaba mi odio y difícilmente lo digería mientras observaba el rostro de la persona a la que más llegué a detestar en mi vida. El tenedor se doblaba en mis manos cuando el enojo se apoderaba en sobremanera de mí.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora