Capítulo 4

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Aunque Lena me lo suplicara mil veces, no pude explicarle la razón por la cual me estaba comportando de forma tan extraña. Cada vez que alguien en nuestro círculo me hacía una pregunta simplemente respondía con un "sí" o un "no" tajante.

Isaac se encontraba a mi lado comiendo uno de los panes de canela que ofrecía la cafetería del instituto, debo decir que a mi parecer que no es lo más delicioso del mundo. Pero según Isaac lo es, ya que, en cada descanso corre para ser el primero en la fila y pedir su preferido pan de canela, un zumo de naranja y sus habituales galletas de dieta. Aprovechando el momento en que todos están distraídos en sus monótonas conversaciones, saco el papel de color rojo del día que "Anónimo" dejó en mi casillero.

No lo leí de inmediato para evitar volver a ser sorprendida por Samuel, así que lo guardé en mi bolsillo y a toda costa evité al susodicho. Después de su extraño comportamiento conmigo, no quise volver a cruzarme con él nunca.

Cuando abrí la pequeña nota no pude evitar sonreír sin haber leído al menos el mensaje.

"Quisiera poder acariciar esas sonrosadas mejillas, ese largo cabello... ¿Y por qué no? Percibir también tu aroma.

¡Dime que tu piel es tan suave como me la imagino!

Vaya, olvidé por un momento que no te he dado opción a responderme. Créeme, eso me está matando.

Te llevo en el corazón y no te imaginas desde cuándo, pequeña hada mágica.

S."

—Dame la opción entonces. —Susurré sin darme cuenta, mientras sonreía risueña.

Levanté la vista hacia mis amigos que me miraban expectantes, Isaac parecía estar lo suficientemente ocupado comiéndose su almuerzo, ya que, no puso atención alguna a las miradas confusas que se posaron sobre mí.

—Solo leo algunos recordatorios. —Me excuso de inmediato.

Isaac levanta la vista hacia mí y con una sonrisa me acerca a él y planta un beso en mis labios.

—¿Acaso ellos te estás mirando demasiado? —Dice con sus labios contra mi mejilla.

—Ella se está comportando raro. —Christopher me mira entrecerrando los ojos.

Una risita nerviosa escapa de mis labios.

—El raro aquí eres tú. —Le saco la lengua.

Habían transcurrido ya dos meses de instituto y parecía aún el primer día, así como me sentí al inicio me sentía después, solo que más motivada a asistir, por el simple hecho de encontrarme esas habituales sorpresas en mi casillero. Aun cuando seguía sin conocer a la persona de las misivas y que mi lista, que al inicio estaba conformada por tres personas, tenía nada más que dos. Sentía que era especial para ese alguien, de quien se tratara, debía ser la persona más divertida que podría conocer jamás. Alguien que me entendía verdaderamente.

El tiempo que llevaba allí me había parecido una eternidad. La cotidianidad de cada día lentamente me enloquecía. Incluso asistir a las fiestas que organizaban los más populares del instituto me parecía algo demasiado habitual, y era de esperarse. Cada vez que Isaac oye sobre una fiesta donde habrá personas que lo admiren y alcohol de por medio, no piensa dos veces en asistir. Y para colmo, decide arrastrarme consigo aun sabiendo que ni siquiera celebro mi cumpleaños, menos quiero celebrar las veces que el equipo gana.

Era muy pequeña cuando le dije a mi madre que no era necesaria una gran celebración, con globos, serpentinas, confeti y todas esas cosas que no me servirán de nada en la vida. Aún ella siendo mi madre, quien ama hacer fiestas de ese estilo lo ha comprendido. Pero he sido tan ignorada por Isaac que, cada vez que le digo algo, me hago ya a la idea de estar hablando con una gran roca.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora