Capítulo 57

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Apenas podía salir de mi casa los últimos días, no porque no me lo permitieran, sino porque yo me había encarcelado en mi propia habitación. Mamá no entendía la verdadera razón de mi tristeza, tampoco podía decírselo, solo me limitaba a defender a Miles de todas las suposiciones erróneas que ella tenía. Aunque yo no pudiera revelar mis verdaderas razones, al menos sentía que debía dejar limpio el nombre de Miles, no podía permitir que las demás personas pensaran que él me había lastimado. Varias veces al día me asomaba por la ventana, lo veía a él caminando sin rumbo por el vecindario, a veces dedicándome una confundida y triste mirada.

Entiendo que él quisiera explicaciones, pero yo era la persona menos indicada para dárselas. Odié la manera en la que presencié con el pasar del tiempo como él parecía cada vez más destruido. Su rostro ya no tenía luz, bajo sus ojos habían aparecido unas enormes ojeras, su piel palideció en exceso, su cabello parecía no haber sido siquiera peinado. Y yo me preguntaba si aún el rubor de sus mejillas sería capaz de aparecer, si sus ojos volverían a brillar con la fuerza de mil constelaciones, si al menos podría conciliar el sueño por las noches.

Pero eso no era lo único que me atormentaba todos los días, no me entristecía solamente el hecho de que Miles estaba sufriendo por mi causa. También lloraba desesperada siempre que recibía un mensaje, no alguno de Miles que cada día me limitaba a no responder, hablo de aquellos mensajes de un número que no estaba archivado en mi agenda, pero que yo conocía perfectamente. Aquel que seguía haciéndome saber que yo no valía nada, que él aún estaba por encima de mí y que se regocijaba por haberme ganado en la batalla.

Ya no podía desbloquear la pantalla de mi celular sin sentirme cada vez un poco más miserable. Por un lado, encontraba un sinnúmero de mensajes de Miles pidiéndome perdón por cosas que ni siquiera había hecho. Y por el otro, mensajes de Isaac recordándome todo lo que mi mente quería bloquear de una vez por todas.

Número desconocido: ¡Hey! ¿Qué tal? Parece que te has olvidado de mí y de nuestra noche maravillosa.

Lancé lejos de mí el celular, simplemente quería que todo desapareciera, el acoso y las amenazas. Quería que dentro de mi cabeza ya no existiera ese ruido insoportable, quería simplemente poder salir y correr junto con las personas que quiero, quería decirle a mamá que estaba bien sin que eso fuera una mentira. Y hubiera dado mi vida por haber podido evitar que todo lo malo pasara.

—Alex, baja a comer. —Habló mamá detrás de mí haciendo que me sobresaltara. —Parece que no valoras lo que te compro ¿Acaso intentas hacer que te dé otro móvil? —Recogió el aparato del suelo y miró su pantalla trizada.

—Mamá, solo me exalté. —Lo tomé de sus manos y lo guardé en mi bolsillo. —Bajo en cinco minutos.

Ella se cruzó de brazos y me miró fijamente.

—Mas te vale que así sea, invité a los Brown a cenar. —Habló. —No quiero peros, hoy mismo descubriré por qué terminaron su relación y la razón por la que ambos parecen muertos en vida. Si Miles te hizo algo lo obligaré a disculparse.

Negué de inmediato con la cabeza, sentí unas resucitadas mariposas en el estómago con la simple idea de pensar que Miles vendría.

—Mamá, no hagas eso. Te lo pido. —Suspiré, quería evitar cualquier temblor en mi voz. —Entre él y yo no pasó nada malo, solo estoy un poco desorientada. Él quizá también lo está por nuestra ruptura, pero nada más que eso.

—Bien, entonces cenaremos como la gente normal y tú vas a hablar con él. —Sentenció. —Si no ocurrió algo realmente malo entre ustedes al menos quiero que sigan siendo amigos, él es un buen muchacho y sabes cuánto lo quiero. No me parece que esté siempre a más de diez metros de distancia de la casa, igual Sarah.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora