Capítulo 19

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He salido ya de la primera cita con mi nuevo psiquiatra, debo confesar que se mostró más amable que los anteriores. Sus preguntas no eran solo monosílabas, tampoco se dedicó solamente a escribir en su libreta. Su presencia también, de algún modo, me hacía sentir más segura. Probablemente continuaré yendo, ya que, me siento bastante cómoda en ese consultorio. Además, estando allí mis ataques de pánico no se manifestaron. Aun cuando estaba a solas con él, cosa que no había sucedido antes con otro especialista.

Mi madre está conduciendo y buscando temas de conversación para matar el tiempo, nos encaminamos al grupo de apoyo que ella ya me había mencionado. Aunque la idea no me agrade siento que se lo debo a ella, por todos estos meses de dormir tan poco y ocupar casi todo su tiempo en cuidar de mí.

Quisiera poder encender la radio para así dejar de tener conversaciones tan incómodas con mi madre, la entiendo por querer mantener mi mente ocupada en algo, pero siento que si no tiene temas de conversación simplemente empieza a hablar de lo primero que se le viene a la mente. Pero, por desgracia, la radio está averiada. Así que no me queda más que seguir hablando de cosas monótonas con mi madre.

A veces siento que soy cruel con ella, que no soy capaz de comprender lo duro que es todo esto, supongo que tener una hija que podría explotar en cualquier momento no es fácil. Tenerme a mí como hija no debe ser fácil. Pero debo admitir que, a veces quisiera encontrarme sola, en un lugar desierto donde pueda gritar y patalear todo lo que me plazca sin que nadie me señale con el dedo o me dedique miradas de desaprobación. Probablemente, si estuviera tan tranquila como... Metida dentro de una caja y encontrándome ajena a los problemas de este mundo terrenal, las cosas serían más fáciles para mí.

¿Al menos puede ver todo el dolor que dejó tras de sí?

Muerdo mi labio inferior para reprimir el llanto que se avecina. Siempre que pienso en él eso sucede; siento rabia, siento tristeza, ganas de matarlo por segunda vez. Si no hubiera sido un cobarde, si yo no hubiera sido una cobarde, todo estaría bien.

—Llegamos, linda. —Habla mamá con sus manos sobre el volante.

Cuando volví del grupo de apoyo y volví a casa, descubrí que mamá se encargó de organizar una reunión para que la familia se reuniera al fin después de tanto tiempo. Compró un colorido pastel y botanas. Fuera de casa visualicé el auto que pertenece a la tía Nicole, quién puedo ver desde aquí trajo a mi primo John, detrás de su auto está la tía Sasha acompañada por sus pequeños gemelos Chris y Ray. Sin duda esos dos juntos son un tremendo dolor de cabeza, sobre todo ahora que siento que cualquier cosa puede ponerme en alerta o puede deprimirme.

Bajamos del auto y mis tías hacen lo mismo, las tres hermanas se abrazan y besan. Los primos se saludan entre ellos y yo solo observo la dramática escena.

John se acerca a mí con una gran sonrisa y los brazos extendidos.

—No hagas eso. —Digo antes de que pudiera tocarme.

Se detiene y la alegre expresión de su rostro cambia.

—Claro, entiendo. —Ahora su sonrisa parece más una mueca. —¿Cómo te encuentras, Alex?

Mete las manos dentro de sus bolsillos y empieza a caminar junto a mí en dirección hacia mi hogar, la puerta ya se encuentra abierta.

—Estoy bien, ¿Cómo va la universidad? Ya solo te queda un semestre. —Suspiro y miro el azul cielo antes de tener que despedirme de él. —Debes estar contento.

—La verdad es que me pone algo nostálgico, esas etapas importantes de mi vida están llegando a su fin. —Suspira también. —Siento que con ellas se me han ido los mejores años.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora