Capítulo 51

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"Aunque yo perdí la mía, no puedo privarte a ti de tu libertad.

S."

Leí varias veces esa última frase que me dedicó en una de sus últimas cartas, aquellas que, en lugar de alegrar mi corazón y hacer que latiera fuertemente al punto de salirse de mi pecho. Lo único que hicieron fue advertirme de lo mucho que me destrozaría aquello que pasaría después. Esa carta siempre la evadí, quise no leerla tan frecuentemente como las demás, porque esa no hablaba bien de nuestro amor y de nuestros momentos hermosos. Esa era una dolorosa carta de despedida que no pude descifrar a tiempo. Y si lo hacía ¿Qué habría podido cambiar? Todo estaba hecho, cada persona a mí alrededor ya se había convertido en algo que definitivamente no era. Y Miles, él ya lo había perdido todo, había tomado malas decisiones al igual que yo.

Ambos fuimos culpables de nuestras propias desgracias. Pero me dolía que él cruzara por los peores caminos, tomara las más terribles "soluciones". Y que al final, todo eso le costara la vida, lo nuestro, le costó todo ese maravilloso futuro que tenía por delante. Ahora es inevitable sentir como todo dentro de mí se derrumba, cuando leo los poemas que él solía escribir en cualquier hoja de papel que encontraba, memorizar cada uno de ellos y pensar que no habrá nuevos escritos, que esa caligrafía preciosa no se dibujaría nunca más sobre papeles de colores.

Me estremecí cientos de veces al ver las infinitas pecas que tanto Sarah como su madre poseen, las mismas que se mezclan con esos oscuros ojos de cielo infinito. Pero ningún cielo como el que encontré desde esas pestañas hasta esas mejillas sonrosadas, aquel cielo se pintaba de mil colores cuando notaba mi presencia. Sus constelaciones brillaban iluminando el mundo entero cada vez que él reía, y llovía cuando lloraba. Sus caricias eran suficientes para provocar en mí un incontrolable incendio, un incendio que sufrió la tempestad de su partida, un fuego que fue disminuyendo hasta verse reducido en cenizas.

Esta mañana no es como las demás, ahora tengo cinco miradas puestas sobre mí observándome atentas. Al final había decidido contar aquella verdad que tanto quise ocultar, incluso olvidar. Pero estoy segura de que no podré hacer eso toda la vida. Bianca, Melanie, Sarah, la señora Brown y mi madre merecen una explicación. Creí necesario llamar también a Daniel, le prometí que se lo diría cuando me sintiera lista, cuando fuera capaz de decirlo sin romperme en mil pedazos. Pero, lo primero que opté por hacer fue mostrarles esa dolorosa carta, aquella que fue el fin. No sé si es apropiado que Sarah escuche una verdad que le helaría los huesos a cualquiera.

El momento que todos esperábamos llegó al fin, escuchamos unos lentos y tímidos golpecitos en la puerta. Pude deducir cuanto antes de quién se trataba, es la única persona que nos hace falta para que yo pueda empezar a relatar absolutamente todo. Él llegó hasta nosotras después de que mi madre corriera a abrirle, saludó cortésmente a cada una, y por último a mí. Su mirada me demuestra lo intrigado que está, me sorprendió ver esta vez su cabello extremadamente desordenado a diferencia de cada día que estoy en su consultorio, como incluso su atuendo lucía descuidado. Lo cierto es que lo había llamado a última hora, de manera que, seguramente no tuvo tiempo para preocuparse por su aspecto.

—Primero, quiero decirles que Miles no hizo todas esas cosas porque él fuera una mala persona, porque fuera un cobarde o algo por el estilo. Él cometió graves errores y si lo analizo, lo comprendo. —Las lágrimas se avecinaban, recordar todo aquello hacía que algo dentro de mi poco a poco se partiera, peor aún tener que decirlo en voz alta. —Quizá en su lugar yo habría hecho lo mismo.

—Alex, no te presiones. —Dijo Daniel. —Habla hasta donde lo creas necesario.

Le dediqué una sonrisa triste, aunque quisiera callar toda la vida, sé que eso no sería nada justo para mí y los demás.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora