Capítulo 31

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Con un nudo en la garganta salí del salón, sin que me importaran las reprimendas del maestro, sin detenerme a escuchar la voz de Bianca que me llamaba. Corrí lejos de esa clase, en donde ya todos me miraban gracias a que el profesor me había quitado el móvil, lo que menos quería era toda la atención sobre mí. Estuve evitando a las personas tanto tiempo como pude, solo quería pensar.

Me metí al baño, me encerré en uno de los cubículos y ahí permanecí el tiempo que fue necesario. Escuché una y otra vez el timbre sonar indicando que, una hora de clase finalizaba y comenzaba otra. Estaba confundida, sospeché de cualquier persona menos de Miles, Spencer Miles, el chico reservado que ayudaba a mi madre a hacer las compras. El que reparaba los computadores de mi casa, quien instalaba las duchas de mi baño cada vez que se averiaban.

No podía creer que de verdad todas sus palabras eran ciertas, lo tuve siempre frente a mí, su casillero estuvo enfrente del mío. Y jamás me di cuenta, hice una estúpida lista en la cual incluí nombres sin sentido, solo para darme cuenta de que sólo Miles podría ser el dueño de tan hermosas palabras escritas en papeles de colores.

¿En qué momento se enamoró? Si dejó de hablarme incluso, nuestra amistad se fue perdiendo con el paso del tiempo. ¿Habrá sido esa la razón?

Me sentí extremadamente mal, imaginar a Miles conmigo en una relación era extraño, algo impensable. Pero ahora que conozco quién es realmente, ahora que trato de comprender cuál es su razón de actuar de la manera en que lo hace... Tengo sentimientos encontrados, llegué a enamorarme de Anónimo a tal punto de que sentía que moría si no recibía sus cartas. Pero Miles... No llegué a sentir por él más que cariño, no lo vi más que como un amigo. ¿Qué se supone que debo hacer ahora? Ya sé quién es Anónimo y bien podría correr hasta sus brazos, pero esos brazos son los que menos me esperaba.

El tiempo pasa, la jornada casi termina. Decidí salir antes de que cualquier estudiante aparezca en el pasillo. Hoy tomaría el autobús, iría a mi casa y pensaría. Aclararía mi mente, buscaría una respuesta coherente.

Me quedé recostada sobre la pared cerca de la entrada, esperé lo suficiente hasta que vi al portero acercarse con las llaves. Le quitó el seguro a la puerta y me miró extrañado después.

—¿No debería estar en clase todavía? —Me preguntó.

Sonreí fingiendo inocencia.

—Terminé antes la lección. —Respondí.

Asintió con la cabeza. Realmente el tema no debió importarle demasiado, solo guardó las llaves en su bolsillo y se fue. Entonces me sentí libre, corrí hasta la parada de autobús. No quería que alguien me alcanzara, solo necesitaba estar sola. El autobús llegó y yo subí en él, llegué a mi casa y me encerré en mi habitación, analicé cada una de las cartas que guardaba en mi preciada caja.

Las cartas aún provocaban en mí un sinfín de sensaciones, aún lograban emocionarme y hacerme reír. Pero, cuando pensaba en el autor me sentía extraña, miraba por la ventana y desde ahí visualizaba su casa, desde aquí se veía tan pequeña, tan lejana.

Sentía que era injusta, no quería herir a Miles, tampoco herirme a mí misma y privarme de todo lo que hasta hoy he sentido. Quizá debía escucharlo a él, tal vez era necesario que supiera su versión. Quién sabe y terminaba enamorándome de Miles. Pero... Si, por el contrario; ¿Al estar con Miles no sentía lo mismo?, ¿si sus palabras en persona no me emocionaban de la misma manera?, ¿qué haría si él resulta no ser igual que Anónimo?

¿Y si Anónimo era solo un personaje creado por Miles para enamorarme? Me dolía pensar en ello, pero por desgracia, cabía la posibilidad.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora