Capítulo 28

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El rostro de Bianca en la pantalla no podía ser más gracioso, se encontraba haciendo muecas raras. Tampoco podía ocultar su emoción, al parecer hoy también tenía una cita, se veía contenta e irradiaba incluso más luz que el mismísimo sol. Se había puesto un lindo vestido veraniego. Su maquillaje era arte puro, me confesó que su tía la ayudó con eso debido a que ella, al igual que yo, no tenía idea de cómo, aunque sea maquillar sus labios sin salirse de la línea.

Estaba preciosa, estaba feliz, ambas lo estábamos. Yo por mi lado, opté por no usar maquillaje hoy, si lo intentaba sería un completo desastre. Me puse también un vestido, mi favorito, y unas botas que compré apenas ayer. No podía faltar ese anillo que él me había regalado, combinaba con mis pendientes favoritos, unos que mi madre me regaló en mi cumpleaños catorce.

—Te ves hermosa. —Habla Bianca.

—Tú igual. Prométeme que después de tu cita me contarás todo y me dirás quién es el afortunado.

Levantó el meñique.

—Promesa. —Luego sonrió risueña. —Entonces, ¿Melanie te llevará? —Pregunta.

Negué con la cabeza.

—Tiene que hacer un proyecto, dijo que lo sentía. —Respondí.

—¿Quién lo hará? ¿Segura que no quieres que vaya? Puedo decirle que salgamos otro día.

Bianca siempre tan tierna, no quería arruinar su día. Ella también merecía tener una cita.

—Le diré a Sarah si quiere llevarme. —Miré el reloj de mi muñeca. —Faltan cuarenta minutos. Debo salir ya.

Bianca, con un gesto de mano se despidió.

—Suerte, amiga. —Sonrió mostrando las ligas moradas de sus brackets.

—Igual. —Dije.

Y terminé con la llamada, una vez lo hice me miré en el espejo, me sentía bella, por primera vez sentía que podría dejar a cualquiera sin palabras. Tomé mis llaves de la mesita de noche y las guardé en mi pequeño bolso, también guardé algo de dinero por si llegaba a necesitarlo. Me puse mi perfume con olor a cerezas, hidraté mi piel una con crema de coco, recogí mi cabello en una coleta alta y dejé algunos mechones sueltos. Sobre mis labios puse algo de brillo, éste también tenía un sabor dulce.

Salí de mi habitación y abracé por la espalda a mi madre, ella ya estaba enterada de mi ruptura con Isaac y estuvo de acuerdo, podría decir que se sintió aliviada. Ahora le dije que saldría con alguien del instituto, probablemente si le confesaba que iría a encontrarme con un desconocido no estaría a favor. Pero ahora mismo sentía que todo valía la pena, lo vería y eso era lo único que importaba. Conocería a la persona que estaba detrás de esas hermosas cartas.

Salí de casa. Al cruzar el umbral de la puerta sentí que el aire era más fresco, que el día no podía estar más soleado, los vecinos que cortaban el césped de su jardín no podían estar más animados. Crucé la calle en buscas de la casa de los Brown, toqué la puerta y esperé varios segundos hasta que ésta fue abierta. Lo primero que vi fue el negro cabello de Miles, al verme sonrió. Yo por mi parte no lo saludé siquiera, al verlo después de tanto tiempo solo quise lanzarme sobre él y abrazarlo. Y lo hice, tan fuerte como pude.

—¡Qué gusto verte de nuevo, Miles! —Mi cabeza apenas le llegaba al pecho, desde arriba me miró.

Lo abracé más fuerte, lo había extrañado, llevaba mucho tiempo sin ir al Instituto. Sarah ya no me había dicho más sobre él y eso me tenía intrigada.

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