Capítulo 59

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Él no era malo, nunca hirió a alguien, jamás abusó de nadie, nunca hurtó nada. Él sólo quería dar lo mejor de sí, estaba cansado de todas esas personas miserables y crueles que estaban regadas por el mundo, él quería ser diferente. Siempre estuvo dispuesto a sonreírle a quien estuviera triste, nunca le negó nada a nadie, quería ser el soporte de todo aquel que estuviera derrumbándose.

Pero ahora que él se derrumbaba, ¿quién lo levantaría?

Tarde comprendió que el mundo no es un lugar en el que se puede ser siempre bueno, no se dio cuenta a tiempo de que, al ser él alguien de luz, los demás se lo comerían vivo. Y tampoco fue consciente del daño que alguien podría causarle.

Desde pequeño soportó una vida de abandono, en la cual sólo existían su hermana y aquellas amables vecinas, que lo cobijaron y le dieron de comer. También, escuchó constantemente los insultos de su padre y cargó con la indiferencia de su madre. Vio a su hermana llorar todas las noches porque se sentía sola. Y por último, se enamoró perdidamente de una persona que lo consideraba solo un amigo más. Y, aun así, él seguía en pie.

De todas maneras, buscó los papeles de colores más bonitos y escribió todas las cartas que profesaban el amor que sentía. Aun así, se dedicó a buscar la felicidad de ese pequeño ser que pocas veces lo notaba, de todos modos, él estaba dispuesto a amar, aunque ese amor no le fuera correspondido.

Pero lo fue.

Una lástima que un corazón tan fuerte como el suyo no fuera también a prueba de balas, aunque había aguantado demasiadas puñaladas a lo largo de su vida, no se comparaban con lo que le esperaba. Quizá en ese momento no existía nadie más en el mundo que se sintiera más miserable que él. Todo le fue arrebatado, todo lo que amaba fue destruido, aquello que cuidaba como su más valioso tesoro, había perdido su brillo. Entonces se dio cuenta de que por sus venas recorría aquel odio que jamás pensó sentir, aunque sus labios alguna vez hubieran pronunciado esa terrible palabra, su corazón nunca lo sintió. Pero ahora, que toda su vida se caía a pedazos, no tuvo más remedio que esconderse entre las sombras y gritarle al viento cuánto odiaba al mundo entero. Golpeaba alguna fría pared cada vez que recordaba lo injusto que ha sido todo y lo doloroso que fue presenciar cómo su pequeño rayo de sol, poco a poco se apagaba.

Ahora la oscuridad lo inundaba, no solo por las noches, sino también en el día. Su corazón y alma habían sido infestados, su sangre cargaba con un mortífero veneno que lo consumía lentamente. Su mente ya no era capaz de procesar detenidamente cada uno de sus pensamientos, cualquier idea que cruzaba por su cabeza debía ser llevada a cabo, todos sus deseos debían cumplirse. Aunque estos no fueran buenos.

Esos últimos días prefirió no ver la luz del sol, se ocultó en algún desolado callejón durante el día, mientras que, hacía aquello que sus incontrolables impulsos le dictaban por la noche. Casi no probó alimento, casi no calmó su sed, ni siquiera se puso una muda de ropa limpia. Sabía que despedía un olor nauseabundo, también que demostraba una expresión de asco a todo aquel que lo mirase, así como ya no se preocupaba por cederle el paso a nadie. Arrasaba con todas las flores que encontrara en su camino y empezó a tomar aquello que no era suyo, aunque no lo necesitara. Pero aquello que consumía casi todo su tiempo, era el observar como antes lo hacía, sin que nadie lo notase, sin dejar rastro alguno. Aquel Miles risueño y optimista que todos conocían, había desaparecido por completo.

Nunca antes sintió que su vida no valiera nada, meses atrás él quería hacer cosas increíbles y cumplir sus ahora descartados sueños. Quería viajar, hacer cosas trascendentales en otro lugar, aprender mucho más, escribir poemas y pintar mil veces el mismo rostro. Quería poder ver feliz a su hermana, cumpliendo sus metas y saliendo al exterior con quien deseara tomando su mano, sin que fuera juzgada. Él soñó con la vida que sus padres no le dieron, y quiso hacerlo realidad. Sólo buscaba su propia felicidad, pero en el camino todo le fue arrebatado. Esta vez, por desgracia, el bien no triunfó sobre el mal.

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora