Capítulo 55

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Me habría gustado poder decir que no había sido afectada, que algo dentro de mí no se había roto en mil pedazos, que no derramaba lágrimas cada noche. Me habría gustado decir que no estaba alejando a Miles de mí. Lamentaba ya no poder verme en un espejo tranquilamente, en mi reflejo encontraba aquello que tanto despreciaba; un simple rostro sin vida, una expresión que no reflejaba nada bueno en absoluto. Con solo mirarme, era suficiente para recordar todo por lo que tuve que pasar, mi propio rostro reflejaba lo podrida que me encontraba por dentro.

Y eso dolía, dolía porque ya no podía ser como antes, porque Miles y mis amigos sufrían con cada rechazo y con cada silencio de mi parte. No era capaz de mirar a nadie a los ojos y decir lo mal que me sentía, lo colapsada que estaba. A veces me reprimía a mí misma por tal cobardía, pero luego llegaban a mi mente esos recuerdos de la mañana siguiente a lo ocurrido. No podía pasar por alto lo que realmente me atormentaba.

Yo pensé que no sería complicado, yo sentí que podía simplemente contarlo. Pero tenía ganas de desaparecer de la faz de la tierra cada vez que reparaba en ello siquiera, cuando miraba los devastados ojos de Miles que morían un poco más después de que yo le negaba un beso, una caricia, un simple abrazo.

Aunque pareciera que yo lo hacía a propósito, debo decir que todos mis rechazos podrían haber sido incluso involuntarios. Yo seguía amando a Miles, pero al entrar en contacto con su piel sentía pánico, esos malditos recuerdos me bombardeaban y me helaban la piel, además de que sentía que no valía nada, que mi cuerpo estaba manchado, sentía que tenía una horrible señal que demostraba lo ocurrido, una señal que debía ocultar de Miles.

Yo lloraba y Miles también, yo me culpaba y Miles hacía lo mismo, yo me caía a pedazos y Miles... Él agonizaba.

Llegué a pensar que yo estaba siendo mala sin quererlo, que lo castigaba sin que tuviera la culpa de nada. Pensé que no merecía nada en el mundo, que mi crueldad no tenía límite alguno. Moría por hacer algo al respecto, solucionarlo de alguna manera, quería reparar todo el daño que mi propio dolor le causaba a los demás.

Aunque le pedí a Miles que no me recogiera por las mañanas en la última semana de exámenes, él insistió en llevarme. Al menos eso le debía ya que no podía hacer mucho más por él, por mí, por nosotros... Pensé varias veces en alejarme por completo, solo quería dejar de ensombrecer su existencia, quería que fuera feliz de algún modo que no me involucrara a mí.

Pero esa fue la peor idea que pudo cruzar por mi mente, así como mi más grande error.

En su auto ya no había música ni risas, Sarah y Bianca ya no se besaban y abrazaban en el asiento trasero. Sarah volvió a ocupar su antiguo lugar como copiloto y Bianca solo trataba de ser amigable conmigo, de sacar alguna buena conversación entre nosotras. Pero todo era inútil.

—¿Crees que podremos ir al cine en la tarde? —Me preguntó Sarah.

Tardé un momento en volver a la realidad, me encontraba mirando por la ventanilla recordando y atormentándome con amargos momentos.

—Sarah yo... Quiero descansar, vayan ustedes. —Lo dije de manera casi automática.

Aquella amigable sonrisa que me mostraba se borró de su rostro, su expresión terminó siendo de completa desilusión. Miró a su hermano junto a ella y le dedicó una triste sonrisa.

—Cariño, solo por hoy acompáñanos. —Me miró por el espejo retrovisor. —Prometo dejarte en casa temprano.

—Sí Alex, apenas nos quedan dos días de clases. —Interfirió Bianca. —Vamos a divertiremos mucho, lo prometo.

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