Capítulo 53

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Una vez más no tuve otra cosa que hacer que mirar la blanca pared de mi habitación, las cobijas me cubrían completa pero aun así no sentí que fueran el abrigo suficiente, el sol había salido, pero yo sentía que estaba en tinieblas. Muy pocas veces llegué a pensar que fui feliz en mi vida, y hasta hace poco pensaba que el simple hecho de estar solo así me llenaría. Pero no era así.

Miré a mi lado y lo encontré allí, observando atentamente el techo, sin más. Daba una que otra calada a su cigarrillo y exhalaba el humo, inundaba mi habitación entera. Me inundaba a mí de aquel aroma que no me traía más que pesares. Nunca le dije nada, ni siquiera sabía si algún día se lo diría. Nunca sería capaz de confesarle lo mucho que detesto que piense cada maldito día en ella, en cosas que podría hacer para perjudicarla, para hacerla sufrir, o en el más improbable de los casos, algo que podría hacer para que ella volviera.

La mayoría de mis días habían sido así, me tragué incontables veces mis palabras, en pocas ocasiones pude mirarlo a los ojos y al menos exigirle que dentro de mi habitación no consumiera drogas o fumara. Pero todo lo que le decía era en vano, para él yo ni siquiera existía. Y aunque mis padres se molestaran conmigo, aunque yo tuviera que echarme la culpa encima por todos esos olores extraños, lo seguía aguantando.

Y, aun así, me sentí estúpida por seguir cada uno de sus juegos, por caer en sus garras cada vez que sus ojos azules me mostraban una fingida ternura. Me sentí demasiado tonta cuando me emocioné al verlo en mis prácticas esperándome, para al final darme cuenta de que sólo necesitaba algo más de mí. Solo para entender una vez más que, a pesar de que me hiciera sentir bien por las noches, yo seguía sin ser su prioridad. Más bien, no era nada.

Me levanté de la cama sigilosa como todas las mañanas, busqué algo de ropa en el armario y cubrí mi cuerpo, el cual Isaac no estaba nunca dispuesto a mirar siquiera. De esa y mil maneras él era capaz de hacerme sentir como un montón de basura, algo que les servía solo a ratos, pero que después debía ser desechado.

Todas las mañanas yo he sido la única que inicia conversaciones con él, aunque cortas e insípidas, pero temo decir que me satisface obtener al menos un gramo de su atención. Sé que suena patético, sé que yo lo soy igual. Pero jamás pude evitar derretirme con tan solo una de sus miradas, con un solo sonido proveniente de él, con un mínimo roce de su piel. Y odié de una manera tan desmedida a Alex que ni siquiera yo fui capaz de comprender, ella nunca me hizo ningún mal, estuvo siempre para ayudarme en todo lo que necesitara. Pero el recuerdo de una enterrada y completamente destrozada relación me atormenta hasta el momento. Odié el simple hecho de que ella ocupara casi todos sus pensamientos, odiaba que ella sin siquiera esforzarse lo consiguiera todo. Mis ojos se cristalizaron y mis uñas se enterraron en mi piel cada vez que lo escuché mencionar su nombre, como si no existiera nada más, como si de ello dependiera su vida entera, como si no existiera yo.

Por eso la odié con toda mi alma, por eso quise destruir todo de ella. Sus ilusiones y su felicidad. Ella sonreía, y cada vez que lo hacía Isaac oscurecía un poco más, ella soñaba con algo mejor mientras que a Isaac no le importaba nada más, ella amaba sin medida mientras que el corazón de Isaac moría.

—Aún no he comprado un vestido para el baile. —Dije una vez me había ocupado de ocultar mis ojeras e imperfecciones con maquillaje.

—¿Y? —Respondió él tirando la ceniza de su cigarrillo en el suelo.

Me senté en el borde de la cama y coloqué ambas manos sobre mi regazo, luego empecé a juguetear con ellas producto de mi nerviosismo.

—Quería saber si vas a acompañarme, quiero verme linda para ti hoy. ¿Qué tal si lo escoges tú por mí?

ObsesiónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora