Si antes pensé que las cosas conmigo irían bien, estaba equivocada. Parece que toda la terapia que he recibido hasta ahora ha sido en vano. Legué a la conclusión de que nunca podré superar nada, de que estoy completamente perdida.
Esta mañana mi madre ha salido al supermercado, me desperté exaltada debido a que tuve pesadillas durante toda la noche. Al encontrarme completamente sola sentí un ataque de ansiedad. Como una loca empecé a buscar por toda la casa a mi madre, empecé a lanzar todo lo que se encontraba sobre la peinadora de mi habitación. Rompí varios perfumes que mi madre me había regalado.
No podía ya controlar los temblores de mi cuerpo, temía salir a pedirle ayuda a alguien, sentía que nadie me escucharía o que, si lo hacían, no podrían ayudarme. ¿Qué puedo hacer ahora? La desesperación solo se apoderó de mí como nunca antes lo hizo, el miedo me tomó como su prisionera.
Algo que si tenía muy claro era que no quería morir, sabía perfectamente que no quise bajar hasta la cocina y buscar desesperada un cuchillo, No quería penetrar mi piel hasta el punto de ver mis venas destruidas. ¡No, no, no, no! No quiero morir, no quiero terminar como una cobarde, no quiero dejar de luchar.
Estaba ya en el suelo, lloraba desesperada mientras veía como mi sangre poco a poco abandonada mi cuerpo. Casi me había resignado a aceptar ese final que yo misma había escrito. Pero antes, una idea fugaz cruzó por mi mente y visualicé sobre el mesón de la cocina la tarjeta del doctor Daniel. Mi teléfono móvil estaba junto a ella. ¿Él podría ayudarme? ¿Al menos hacerme sentir mejor hasta que muriera?
Como pude me levanté del suelo, dejé detrás de mí el gran charco que se había formado con mi propia sangre. Me sentí mareada, el mesón se veía cada vez más lejano, mis fuerzas se agotaban.
—¡No quiero morir! —Grité, con la esperanza de que alguien lo escuchara.
¿Si muero mi madre entenderá que no quise hacerlo? ¿Entenderá que mi intención no era dejarla sola? No estaba dentro de mis planes rendirme tan pronto.
Al final llegué al mesón, antes de que mis piernas fallaran y yo cayera al suelo de nuevo, logré tomar el móvil y la tarjeta. La pantalla táctil del mismo se llenó con mi sangre, esto complicó la situación de escribir sobre la ella. Lo limpié con mi suéter. Gracias a mis temblores y vista borrosa se me hacía el triple de complicado digitar el número que estaba escrito en ese papel del cual dependía mi vida.
Mi vista se volvía cada vez más borrosa, pero al final lo conseguí, logré llamar. El problema es que Daniel tardaba en contestar. Los minutos se hacían largos, la cantidad de sangre en mi cuerpo era cada vez menor y la vida se me escapaba de las manos.
—Habla el doctor Daniel Garrett. —Escuchar su voz tranquila fue para mí el alivio más grande, sentí una paz indescriptible.
—Daniel, soy Álex... —Mi voz se cortó, una vez el miedo se esfumó la tristeza y arrepentimiento llegaron para quedarse. Las lágrimas salían en grandes cantidades de mis ojos.
—¿Qué pasa, pequeña? ¿Estás bien? —Su voz ahora mostraba preocupación, aun así, no dejaba de transmitirme su habitual paz.
—Tuve una crisis... Yo... —Mi voz era cada vez más débil. —Me corté las venas. Daniel, necesito ayuda, estoy sola en casa y te juro que no quiero morir. —Mis sollozos se hicieron cada vez más débiles.
—¿Hace cuánto tiempo lo hiciste? ¿El sangrado es abundante? —Ahora sonaba desesperado. —Alex, necesito que hables conmigo.
Mis párpados pesaban extremadamente, un sueño incomparable me envolvió, sentía muchas ganas de dormir. Solo quería dormir.
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Obsesión
Teen FictionÉl termina con su vida, saltando de un precipicio frente a Alex. El mismo chico que la amó y le dejó profundas notas de amor en su casillero, decidió lanzarse y dejarla sola. Pero...¿Por qué lo hizo?, ¿por qué frente a ella? Y la pregunta más impo...