Capítulo 5: Paga la deuda (2)

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Olivia

Entro a la casa toda sudada después de una hermosa rutina en el gimnasio. Me lanzo en el sofá escuchando como Wyatt tiene una epilepsia labial al intentar cantar una canción de twenty-one pilots y me remuevo en el asiento golpeando con mi pie el brazo del castaño.

— ¡No, Wyatt! — grito sobre la música a todo volumen en la sala — es "Same clothes homegrown a stone's throw from a creek we used to roam, But it would remind us of when nothing really mattered, Out of student loans and treehouse homes we all would take the latter" — articulo con la canción para que el tarado me comprenda.

— ¡Yo canto eso mismo! — chilla lanzándome su camisa, ya que no tiene nada a la mano y no trae zapatos. Gracias a Dios.

— No podrías repetirlo ni leyéndolo — le saco la lengua, él sigue tratando de cantar otra vez y comienzo a reírme cuando se traba. 

— Cierra la boca, raggedy del diablo —  entrecierro mis ojos con desdén y le doy más fuerte con mi pie — ¡ay! — se queja mirándome feo. Yo sí llevaba zapatos.

— Iré a darme un baño, arremedo de Elvis — aviso levantándome del sofá para dejarlo solo con su estupidez.

.

Lleno mi cabello de shampoo y lo lavo mientras bailo y canto como si estuviera en un concierto de rock.

No me digan que no lo han hecho.

— Oye, Liv — Wyatt entra como Juan por el parque y yo chillo un improperio del susto — como si no te hubiera visto lo importante ya — rueda los ojos y se voltea dándome espacio para taparme con una toalla la parte de enfrente.

— Cállate, imbécil — me río porque es cierto y pues bueno, fue estúpido haber chillado. Parece que tengo algo de pulcritud escondida por ahí después de todo.

— En fín — se voltea de nuevo y me sonríe como cuando está por hacerme una broma. 

— ¿Qué hiciste, Tracy? — digo desconfiada mirando hacia los lados esperando que algo me ataque.

— ¿Recuerdas que tu teléfono sonó hace como una hora? — asiento despacito esperando la bomba — pues... era ese chico que quería que fueras a la universidad para ver a al señor de colonia hedionda — cierro mis ojos por un momento pensando hasta que recuerdo cierta cara malhumorada y los abro chasqueando los dedos.

— ¿El de mirada de cielo? — Wyatt se ríe de mi y sacude la cabeza. Algo trama este desgraciado...

Debería dejar de poner mi teléfono en cualquier parte. Tuve que aprender eso cuando cambió mi buzón de voz, que de hecho, no he cambiado.

Y sí, le conté lo del morocho. Venía despechada porque Joshua se fue antes de que pudiéramos cerrar el trato y pues la charla se dio.

Lo sé, rompió mi corazón y todo porque su madre lo llamó. Está caliente y es buen hijo, ¿algo más que pedir?... ah sí, que me dé cien hijos.

— ¿Yo qué sé? — me responde, ruedo los ojos y él se muerde el labio pícaro.

— ¿Y qué quería, tarado? — digo apresurándolo y entorna los ojos. 

— Vino a llevarte — entonces se corre y termina de abrir la puerta.

¡Oh, hijo de perra! 

El chico que estaba dándole la espalda a la puerta se vuelve y se queda viendo mi cuerpo semidesnudo. Veo como su cara se pone roja en segundos y yo boqueo como un pez horrorizada.

— ¡Wyatt, hijo de puta! — chillo cerrando la cortina y escucho su risa llenar la habitación — ¡largo de aquí, aborto fallido de mono! — mi cara se pone del color de mi cabello y no puedo evitar recordar una y otra vez los ojos incrédulos y muy sorprendidos del morocho.

¡A la mierda las etiquetas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora