Llegamos al viejo y descuidado edificio donde vivía el moreno y con los cascos en la mano comenzamos a subir las escaleras.
En el último tramo antes de subir al tercer piso, una de las puertas se abre y del departamento sale la colegiala babosa y la señora con la que me quedé hablando mientras lavaba la ropa de Drake.
— ¡Drake! — chilla la mocosa y camina hacia nosotros.
Como si ya no tuviera un pésimo día.
El moreno rápidamente esconde la bolsa de compras atrás de él y yo por mi parte le sonrío a la señora ignorando la escena.
— ¡Hey, Selma! — escucho un suspiro de asombro de la colegiala y Drake alza sus cejas sorprendido cuando la mujer me mira con una gran sonrisa.
— ¡Liv! — dice contenta saludándome — ¿cómo estás cariño, ya tuviste algo acción? — mueve sus cejas de arriba a bajo insinuosa y suelto una pequeña carcajada sacudiendo la cabeza. Talvez mejoró un poco con eso.
¿A quién no le gusta ver a una señora de pelo blanco y bastón siendo toda una morbosa?
— Nunca cambies, mujer — le pido con una mano en su antebrazo y ella me guiña un ojito verde aguado.
Drake aclara su garganta para llamar mi atención y cuando lo logra me da una confusa señal que podría ser "me duele el cuello y mis ojos tienen un tic medio macabro" o que subamos antes de que la chica metiche descubra lo que lleva en la bolsa.
Optaré por lo segundo.
— Ellie, por lo que más quieras deja al pobre muchacho subir con su novia, de seguro tiene mucho que hacer — la mujer hace un gesto bastante explicito que hace que la tal Ellie se ponga colorada.
— ¡Abuela! — chilla caminando hacia ella y Drake vuelve a aclararse la garganta.
— Bueno, adiós Selma, hasta pronto Ellie — le sonrío hipócritamente a la chica para luego empujar a Drake hacia arriba.
Cuando por fin estamos dentro de su departamento me dejo caer en el suelo con la espalda recostada en el sofá. Ni siquiera llegué a sentarme en él.
Sus ojos me observan curiosos mientras cierra la puerta y luego va a la cocina encendiendo las luces en el camino.
— Entonces... son casi idénticos — murmura sentándose frente a mi con la bolsa y un par de vasos.
— ¿Perdona? — elevo mi mirada del suelo a su rostro y lo veo concentrado sacando las dos botellas de vodka de la bolsa para luego abrirlas.
— Los tatuajes, el de tu padre es un poco más grande — señala su antebrazo donde papá tiene su brújula y me pasa una botella y un vaso.
— Sí — sonrío un poco vertiendo el líquido hasta la boca del vaso y veo a Drake hacer lo mismo desconfiado — no tienes que hacer esto si no...
— ¿Cómo funciona? — me corta volviendo a tapar la botella, aprieto mis labios y tapo mi botella mientras me acomodo mejor en el suelo.
¿Soy una pésima influencia?
— De acuerdo — sedo levantando el vaso con cuidado — va en tres puntos — asiente mirándome curioso — yo voy a decir una cosa, tú dices si es mentira o verdad — asiente de nuevo como todo un niño bueno — si fallas, te bebes el vaso y si ganas, yo lo bebo — pasa a mirarme aturdido y eso me hace casi sonreír — todo el vaso — aclaro dejándolo de nuevo en el suelo.
En realidad el juego era algo diferente cuando lo jugaba con los chicos.
Literalmente era aumentar la cantidad del trago del otro y el que quedaba ebrio primero perdía, pero si somos honestos Drake perdería tan fácil que ni siquiera sería un juego real.
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¡A la mierda las etiquetas!
RomansaOlivia Chase es una chica alocada y divertida, muy distraída en cuestiones sociales, pero una genio en la universidad. Drake Lewis es apartado, poco amigable, serio y de rasgos duros. Pero por alguna razón, cuando un profesor los une para que ella l...