Capítulo 31: Marifufa

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Salgo de la ducha realmente agradecido porque la luz se mantuvo hasta que terminé de bañarme y aún no se ha ido. Lo que significa que al fin puedo hornear la lasaña que la pelirroja dejó en mi nevera sin cocinar para que me alimentara con algo que no fuera comprado en un lugar de comida rápida según ella.

Le quito el papel aluminio con la notita que dice cuanto tiempo y a cuantos grados debo ponerla en el horno y me dispongo a calentarlo.

Escucho ruido desde la puerta y luego unos extraños toques que me hacen dudar en abrir o no. 

Es jueves así que dudo que sea Ellie porque su padre la colgaría del cabello si sale después de las ocho de su apartemento entre semana, meto la lasaña en el horno caliente y camino para abrir la puerta encontrándome lo que menos habría pasado por mi mente.

— Hola, primo — la sonrisa de Jona es una cansada y llena de culpa, consecuencia de lo que está a su izquierda.

Dios, ¿qué hice para merecer esto?

Respiro despacio viendo a la que parece ser mi karma de otra vida sentada en el suelo con el cabello cubriendo su cara mientras hace sonidos de bebé y se ríe como lunática.

— Tengo otros tres así, por favor encárgate de esta — como si fuera una señal la pelirroja levanta sus manos y abre una brecha entre su melena para ver lo que pasa.

— ¡Drake! — chilla a todo pulmón y salta para aferrarse a mi cadera quedando de rodillas a mi costado porque me ladeo a tiempo de evitarnos una posición realmente incómoda. 

— Puede que se haya drogado sin querer usando el vaporizador de alguien más —  Jona se ríe con nerviosismo dejándome sin palabras — lo bueno es que es solo marihuana... creo — se encoge de hombros volviendo a reír y mi mandíbula casi choca en el piso — en fin, Wyatt está con una chica y Loren estudia, no quise molestarlos... bueno adiós — sale disparado escaleras abajo y no puedo seguirlo por la garrapata en mi costado.

— ¡Adiós, duendecillo! — el bicho se ríe despidiéndose con la mano aunque ya no haya nadie en el pasillo — estás calentito — se apreta más a mi torso y yo maldigo sus manos heladas en mi piel ya que no llevo más que unos shorts de correr. 

— Oliv... Liv — me corrijo recordando lo que me dijo el lunes — levántate por favor — la tomo de los brazos para levantarla pero se aferra más y sólo logro que baje un poco la cinta de mi pantaloneta. 

— ¡Madre de todo, tienes la V marcada! — chilla mirando asombrada mi abdomen bajo llenándome de vergüenza. 

— Dios santo Liv, ponte de pie — casi ruego acuclillándome a su lado para poder soltarme y ella se ríe aún más. 

— Dios santo, Drake, hazme un hijo — salta sobre mi muerta de risa desequilibrándome por lo que ambos caemos acostados en el suelo lado a lado. 

¡Genial!

¿Cómo se desintoxica a una persona drogada? 

Lo que me recuerda. 

Cierro la puerta con mi pie para evitar que alguien pase por aquí y le diga al viejo que tengo una drogadicta y me eche del edificio.

— Oye, Drake — ladeo mi cabeza para ver la repentina cara filosófica de Olivia mirando el techo — somos sólo un punto en un mundo inmenso, pero aún así te conocí — sonríe ampliamente y mueve su cabeza para mirarme — ¿cuál es la probabilidad de que mis padres y tus padres nos concibieran sólo para que pudiera ver ese cuerpo de fotoshop que tienes? — me quedo en shock por al menos diez segundos hasta que una risa estridente se cuela por mi garganta haciéndome estremecer en el suelo. 

¡A la mierda las etiquetas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora