Capítulo 6: La hermana mayor

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Camino de aquí para allá en la sala de espera llena de sentimientos y amor no es precisamente uno de ellos. No puedo estar calmada. No puedo no pensar en las mil maneras de tortura que he visto en la televisión.

— Oye — alzo mi mirada al morocho, está sentado frente a mi con su cara imperturbable — le harás un hoyo al piso — señala con su barbilla la silla a su lado — además estás poniendo nerviosas a las personas — miro a mi alrededor donde hay varias familias esperando noticias como nosotros, algunos pares de ojos efectivamente están en mi.

Me siento sin decir nada y dejo salir el aire de mis pulmones tratando de alejar los pensamientos que no paran de bailar en mi cabeza.

Liv no te acerques.

— Jamie...

— Aléjate.

— Tienes un corte en la frente.

— No me toques.

Sólo quiero ayudarte ¿bien?

— ¡No!

Sacudo mi cabeza y golpeo el suelo con mi pie una y otra vez.

— Solo tenía un par de cortes y raspones — abro mis ojos que no sabía que había cerrado y me quedo viéndolo.

No lo entendería. El dolor y el sufrimiento que podía causar algo como eso

— Liv — Mason aparece frente a nosotros con un folder y una cara tensa.

Me levanto de inmediato y me acerco a él.

— Tiene restos de escopolamina en su sistema — me tenso y la sangre se evapora de mi cara.

— ¿La drogaron? — mi boca se abre y unas enormes ganas de matar a alguien me invaden — Mason, dime que no... — no acabo la frase.

— No — me corta y pone su mano en mi hombro — ya hice los exámenes, Livy y sólo fue eso, no tiene hematomas ni indicios de... ya sabes — lo abrazo, lo hago con tal fuerza que le saco el aire — Liv, me esta quebrando las costillas — lo suelto y una suave sonrisa se instala en sus labios.

— ¿Desde cuándo eres tan emotiva? — dice medio burlón y yo enarco mi ceja.

— ¿Desde cuándo te ves tan adulto? — se ríe de mi y alborota mi cabello.

— Por ese pasillo, habitación 207 — me señala y le regalo una sonrisa antes de ir hacia la castaña. Troto hasta llegar a la puerta y toco un par de veces.

— Pasa — entro y cierro la puerta tras de mi repasando el discurso que preparé la última hora.

— Los chicos de la casa donde estoy viviendo me llevaron a una fiesta de unos jugadores del equipo de americano... — ella se sienta en la camilla y yo me siento en el suelo de frente.

Bueno a la mierda el discurso.

— Todo estaba bien, pero empezaron a darme más atención de la que había recibido en los últimos dos meses — se golpea la cabeza con la mano derecha un par de veces y yo muerdo mi labio para no intervenir — uno de ellos me dio una bebida que, según el doctor Reed, contenía un sustituto de cloroformo — asiento tratando de que mis emociones no salgan a flote — él... me dijo que nada pasó... — una triste sonrisa se asoma en sus labios y yo me levanto cuando ella lo hace — sigo teniendo mi flor — ensancha su sonrisa.

Gracias a Di... esperen.

Rápidamente me quedo en blanco.

¿Acaba de decir flor?

¡A la mierda las etiquetas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora