Capítulo 40: Ecuaciones

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— Entonces... se fue — suelto un suspiro y asiento por cuarta vez antes de que la risa de Blair inunde de nuevo el invernadero mientras corta sus vegetales orgánicos y yo me balanceo sin ganas en la tela elástica que usa para danza aérea.

Habían pasados dos semanas desde Halloween, dos semanas en las que sólo vi dos veces al moreno, y a una distancia lo suficientemente sana para mi autoestima.

La primera había sido en la clase de Marcos, estaba entrando cuando doblé en el pasillo, pero no entré a fin de cuentas, no me necesitaban para dar los resultados oficiales y Dios sabía que no podría verlo a la cara sin morirme de vergüenza.

La segunda ves fue hoy, como todo sábado por la mañana, me levanté para correr e ir al gimnasio y lo vi entrar a una pequeña cafetería con la princesa, hoy también llevaba lentes de sol, pese a que no había sol. Se veía radiante en un vestido de flores por las rodillas y unos flats.

Y sí, tenía un cuerpazo, era tan alta como para sobrepasar mi 1,65 sin problema, su piel era hermosa y tenía una sonrisa encantadora.

Un nudo incómodo se formó en mi estómago así que en vez de correr a sudar como puerco en una maquina estacionaria, mis pies tomaron rumbo a la casa/granja de Blair a unas cuadras de donde estaba.

— Pero... ¿por qué lo besaste? — sonríe incrédula y yo me encojo de hombros con una mueca.

— Yo que sé... ¿la emoción? sabes que el setenta por ciento de lo que hago no tiene sentido — la veo enarcar una ceja mientras deja unos plátanos en la canasta — talvez fue el alcohol... — me dejo caer hacia atrás aferrandome con los pies para quedar en vertical y cierro los ojos respirando controladamente.

Ya saben... eso del yoga en el aire.

— ¿Sabes qué no entiendo? — giro mi cadera para virar y verla con el ceño arrugado — te conozco desde... ¿qué, unos cinco años? — asiento con la cabeza sintiendo como la sangre se acumula en esta y me mareo un poco.

Cruela le comenzó a comprar ciertas especias a la afroamericana cuando inició una dieta extraña que dejó a los seis meses por gases. Pero yo le compraba otras cosas por aparte, así nos conocimos y formamos esta extraña amistad. 

— Siempre me cuentas sobre chicos que besas y otras cosas... nos reímos y talvez yo sueñe un poco con tener tu vida, luego preparamos algo delicioso y vegano, bebemos vino hasta que Elijah llega con Emilie y te vas al bar de Josh — me quedo viéndola como un murciélago retardado tratando de averiguar a donde quiere llegar con eso y ella se burla de mi con esa expresión de "pobre niña" que le queda tan bien — Liv... te gusta en serio ese muchacho — mis piernas fallan en ese momento soltando el agarre de la tela y caigo como costal de papas al suelo a más de metro y medio de distancia.

Blair deja la canasta tirada y corre a socorrerme, pero termina tirada junto a mi destornillada de la risa cuando ve mi cara.

¿Existirá alguien en mi vida que no se burle de mis desgracias?

Me quedo acostada sobre la tierra que amortiguó un poco mi caída procesando...

No, Drake no me gustaba de esa forma, no podía, él era... o sea sí, tenía un cuerpo bastante bien hecho, una sonrisa preciosa que no le mostraba a nadie, una cara para comérselo y esos ojos... Dios, esas hermosas iris grisaseas.

— ¿Estás bien Liv? — no, mierda no lo  estaba, en definitiva no.

— No es... me gustaba Joshua Larkins — levanto mi rostro para ver a la mujer como si sus treinta años de vida y experiencia tuvieran la respuesta para la ecuación matemática imposible en mi cerebro — y no se sentía así... — sus ojos avellana se llenan de gracia y me ayuda a levantarme para irnos a sentar adentro.

¡A la mierda las etiquetas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora