Capítulo 22: Ronquidos

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Drake

Siento lentamente como el peso del cuerpo de Olivia presiona mi costado. Su cabeza cae en mi hombro estrujando su mejilla y escucho su suave y tranquila respiración. Mi vista rápidamente pasa de los créditos de la película a la ventana entreabierta donde puedo ver el reflejo de la cara de la pelirroja.

Se quedó dormida.

En mi hombro. 

Como un bebé.

Ni siquiera pasaron veinte minutos de la última interrupción.

— Olivia — la muevo un poco, pero solo logro que comience a roncar con poca fuerza y su manta se caiga hasta su regazo. 

Genial.

— Olivia — muevo mi brazo y la descarada cae en mi pecho y se acomoda en este con sus ronquidos de puerquito como si fuera su cama, lo peor, su blusa se salió de su pantalón y se subió mucho gracias a los botones de mi camisa — mierda — cierro mis ojos contando hasta diez, mal día para que use una blusa tan corta y holgada — vamos pecosa, muévete — trato de tomarla de los brazos para acomodarla sobre el sofá, pero se queja soltándose de mi agarre y sus manos viajan bajo mi camisa — no, no, no, Olivia — bufa y dice algo poco entendible, mas no se despierta. 

¿Cómo mierda puede dormir así?

— Ok, necesito que despiertes — la tomo de la cintura para quitarla de mi, pero el contacto de mis manos en su piel la hace apretarse más a mi torso y sus manos suben mi camisa lo suficiente para hacerme sentir realmente incómodo — estoy casi seguro de que lo haces apropósito — medito la posibilidad, no creo que quisiera que yo escuchara que ronca así.

¿Ahora qué hago? 

Nunca en mis veintidós años había tenido a una chica inconsciente y medio vistosa sobre mi, al contrario de lo que muchos piensan.

Nada podría estar peor. 

La puerta principal se abre, los jefes de Olivia entran riendo hasta que se quedan viéndonos.

Doble mierda.

— Oh... — la mujer de cabello rosa se queda estática en la entrada y el hombre ensombrece la mirada y su cara pasa a ser la de un asesino serial.

La sensación de ser el loco pervertido que droga a la chica y lo encuentra la policía me cala los huesos y las alarmas en mi cabeza se disparan. 

— Esto se ve peor de lo que realmente es — alzo mis manos sobre mi cabeza y aclaro antes de que el dueño del bar me mate — está dormida y no puedo quitármela de encima — como si quisiera afirmar mi punto, Olivia me abraza por debajo de mi camisa y vuelve a decir algo antes de seguir roncando.

La mujer sonríe mordiéndose el labio inferior y le dice algo a su esposo en el oído. 

— Lo que pasa es que Livy toma un medicamento para tratar su hemofilia — me dice con preocupación viendo a la pelirroja — estos días no ha dormido casi nada así que lo más probable es que esté tan cansada que no podamos despertarla — camina para quedar frente a mi seguida de su esposo que ahora la observa tan confundido como yo. 

— ¿Qué tiene que ver el medicamento con... ¡ay! — el hombre se frota las costillas con el ceño arrugado y ella le sonríe demoniaca — ¿qué? — la pelirosa rueda los ojos e ignora a su marido. 

— Es obvio que su cuerpo está tratando de recuperar el descanso que no ha tenido con lo poco que ha dormido y lo exhausto que lo deja las inyecciones, que por cierto, tuvo que aplicarse hoy — explica alterada como si fuéramos un par de niños que no entienden la tabla del uno.

¡A la mierda las etiquetas!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora