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Carolina
Entrego mi examen a la profesora más que feliz porque aunque sé que me había pasado toda la noche estudiando y la verdad tengo un sueño de muerte, he contestado bien todas y cada una de mis respuestas. Sacaré diez seguro y sino, al menos un nueve está bien para mí.
Tengo el deber de sacar buenas calificaciones si deseo mantener mi beca, pues estudio en una de las instituciones educativas más prestigiosas de esta ciudad; riquillos por aquí y por allá que se creen los reyes solo porque sus padres son prácticamente los dueños del estado. Si poseo una beca para estudiar en este colegio de elite deja claro el hecho de que es porque yo no pertenezco a este mundo. Mis padres no se podían permitir pagar una matrícula en este lugar. Sin embargo, tampoco me dejo intimidar por ser simplemente la hija de una simple repostera, que dicho sea hace los mejores postres del mundo, y un profesor de secundaria en una escuela media. Sé lo que valgo y siempre caminaré con la frente en alto. Estoy en esta escuela porque me lo he ganado mi lugar gracias a mis esfuerzos por ser una buena estudiante, así que sé que merezco mi lugar aquí.
Comienzan otras dos horas de clases. Lo bueno es que se trata de arte y entre todas mis materias esa es mi favorita, así que me entusiasmo bastante con las explicaciones del maestro.
Dos hora más tarde el profesor calvo, bajito y barrigón, anuncia que la clase ha concluido finalmente así que inmediatamente se comienzan a escuchar los sonidos de las sillas y mesas de mis compañeros, estoy poniéndose de pie y yo también.
Libre al fin, proclamo internamente.
Me apresuro a meter todos mis útiles en mi mochila con la finalidad de salir. Tengo un lugar donde ir. Hoy por ejemplo Iván no podrá venir por mí, puesto que tampoco es que lo haga todos los días. En realidad tan solo lo hace tres veces por semana cuando su horario de universidad no interfiere con mi hora de salida de clases. Y, no tengo que decir que mis momentos más perfectos en esta vida son cuando salgo por la puerta y lo veo allí esperándome, siempre recargado de su coche y me brinda la más brillante de las sonrisas cuando me ve, sacándome una sonrisa atontada que debería ser enmarcada en un cuadro. Suspiro enamorada. Solo él puede hacerme parecer tan boba a su lado.
Y bueno, los más tristes obviamente cuando no me recoge y me toca conformarme con el autobús, pero entiendo que por más que yo lo desee pegado de mí como la lepra todo el tiempo él también tiene sus cosas y la universidad es una de ellas si algún día se quiere graduar.
El último lápiz que iba a meter en mi mochila se desliza contra el suelo mientras yo mantenía una sonrisa atontada ya que hoy es el día del cumpleaños de Iván y estoy pensando en ir a un lugar a comprar el regalo perfecto para él. Ya sé que él tiene muchas cosas y que probablemente un regalo mío no le haga mucha falta, ¡por Dios! sus tarjetas de crédito son de esas que gastas y gastas y no tienen límite, y como es de esperarse vive en una mansión de lujo en uno de los sitios más pomposos de esta ciudad. Aun así, yo no me puedo quedar con las ganas de darle un regalo mío, pero me aseguraré de que sea único y que no se parezca a ninguno que le vayan a obsequiar. Quiero que el mío sea especial tanto para él como para mí. Algo que él ni siquiera imagine que le puede regalar alguien.
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Tú, Eternamente tú© ✓✓
RomanceLIBRO 3 DE LA SERIE «AMORES INEVITABLES» «Era tan bella que mirarla dolía. Y otras veces, su belleza la hacía lucir tan frágil». Iván Forter.